El patrimonio histórico-artístico medieval que contiene España es tan numeroso como desconocido. El español medio, de a pie, piensa con demasiada frecuencia que fuera de España hay mucho más y mejor patrimonio, pero todo se reduce a una cuestión de marketing —o mercadotecnia, como se dice el barbarismo en castellano. Podríamos citar decenas de localidades cuyo principal y, no por ello menos valioso, atractivo turístico es su atmósfera medieval… decenas de localidades con un patrimonio y urbanismo que no han perdido la esencia de su origen con el pasar de los siglos… Así es la localidad aragonesa de Aínsa-Sobrarbe, ubicada en la comarca oscense de Sobrarbe, la cual había surgido hace unos 1.000 años como uno de los primeros condados que devendrían más adelante en el Reino de Aragón.
La villa de Aínsa se encuentra a 92 kilómetros al sureste de la importante localidad de Jaca —cuyo casco viejo y su gran fortaleza de estrella, por cierto, bien merecen la pena verse— y a unos 70 km al norte de la localidad de Monzón. Esta pequeña villa medieval —tiene algo más de 2.000 habitantes— se levanta en un lugar estratégico, bien defendido por los ríos Cinca y Ara, que confluyen a sus pies otorgándole a Aínsa una posición defensiva muy ventajosa. Durante la Edad Media, Aínsa vivirá su etapa de mayor esplendor que luego se irá desdibujando en los siglos XVII y XVIII hasta que en el siglo XX vuelva a recuperar su pujanza comercial. Se sabe que el rey Alfonso I de Aragón le concedió una Carta Puebla al municipio en 1124 en la que quedaron recogidos los mismos fueros de los que disfrutaba Jaca. En 1965 el Estado proclamó al casco antiguo de esta valiosa localidad Conjunto Histórico-Artístico.
La mayor parte del patrimonio histórico-artístico de la villa fue levantado entre los siglos XI y XVII. Así, mientras el trazado de sus calles parece proceder directamente del original del siglo XI, la iglesia de Santa María, que es Monumento Nacional, fue construida entre el siglo XI y el XII. El castillo, la muralla y las puertas de esta, que nos dan una idea de la importancia estratégica que desempeñaba esta población pirenaica, fueron creándose a lo largo de seis centurias, entre el siglo undécimo y el décimo séptimo. Por otro lado, la Cruz Cubierta se puso en el siglo XVI para hacer memoria de la victoria de 724 contra los musulmanes, cuando, según las crónicas, los cristianos vieron sobre el cerro una cruz de fuego que encendió su ánimo y les infundió el impulso necesario para derrotar al enemigo.
Aínsa tiene dos calles principales, la calle Mayor y la calle de la Santa Cruz, que discurren en dirección sureste-noroeste entre la plaza Mayor y la plaza de San Salvador, donde aún se encuentran los restos de la antigua iglesia de San Salvador. A ambos lados de la calle Mayor se pueden observar las fachadas de piedra que retrotraen al viajero a los difíciles tiempos medievales. Entre ellas destacan dos especialmente: la fachada de la casa Arnal y la de la casa Bielsa. Por lo que respecta a la arquitectura religiosa, la iglesia de Santa María, que se localiza en la calle de la Santa Cruz, que hemos citado antes, es una de las más relevantes de Aragón. Es el monumento que más enorgullece a los habitantes de Aínsa porque constituye uno de los mejores exponentes del arte románico que se desarrolló en el Alto Aragón. Precisamente la talla de la Virgen que hay junto al altar es una joya románica-gótica del siglo XIV. Además, la torre de la iglesia es la más alta del románico aragonés y tiene la peculiaridad de tener una serie de saeteras ideadas para defender la plaza en caso de ataques.
La Plaza Mayor de Aínsa es, sin duda, la imagen más emblemática de la villa, la que resume toda la esencia de cientos de años de historia estancada en el fascinante medievo. Se sospecha —no hay evidencias más precisas— que se construyó entre los siglos XII y XIII, es decir, en la época de mayor auge civil y comercial de la villa. Afortunadamente, los edificios que hay en la actualidad son exactamente los mismos que existían en su origen. Entre los detalles más hermosos de la Plaza Mayor se encuentran los 30 arcos —tanto románicos como góticos— que otorgan a la plaza su ingrediente medieval definitivo, y sorprendente. Este espacio público era el centro vital de Aínsa y en cierto aspecto aún sigue siéndolo, no sólo porque allí se siguen reuniendo sus habitantes, sino porque aún perviven reminiscencias medievales como la «Ferieta de Aínsa», celebrada cada primer fin de semana de febrero, que recuperan buena parte de la vida que debió de bullir en Aínsa en aquellos remotos tiempos.
Además de esta plaza, el monumento medieval más representativo de la villa es el castillo de Aínsa, que se levantó originariamente en el siglo XI con el objeto de establecer perímetros defensivos con respecto a los musulmanes. Elementos de aquella época no quedan muchos en el castillo porque durante el siglo XVII recibió una serie de actualizaciones y modificaciones que pretendían adaptarlo a los nuevos tiempos en que el otro lado de los Pirineos se había convertido en una amenaza real. En la actualidad, la villa ha rehabilitado algunos espacios del castillo para distintos fines: la torre del homenaje es hoy un ecomuseo, otra de las torres alberga la Oficina Comarcal de Turismo y, además, todas las segundas quincenas de julio se celebra en su recinto el «Festival de Música Castillo de Aínsa», una delicia para los sentidos.
Espléndido entorno natural
A poco más de 80 km por carretera desde Aínsa-Sobrarbe, en dirección suroeste, se encuentra uno de los parques naturales más alucinantes de los Pirineos: el Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara. Fue declarado espacio protegido en el año 1991 gracias a la peculiaridad de un paisaje de transición entre meseta, montaña y Mediterráneo. Los paisajes tienen unas configuraciones extrañas y abruptas con una cantidad interesante de gargantas y cañones labrados en la piedra calcárea típica de la zona. Además se han encontrado en él numerosas muestras de presencia humana del paleolítico y pinturas rupestres.
A unos 51 km al noroeste de Aínsa se encuentra uno de los parques nacionales más importantes de los Pirineos: el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, una parte del cual forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. El Monte Perdido destaca por ser una de las mayores cimas de los Pirineos. Por otro lado, también es interesante visitar el Parque Natural Posets-Maladeta, que se halla a unos 65 km al noreste de la villa. Como curiosidad, se puede destacar que no muy lejos de Aínsa-Sobrarbe se encuentra el monasterio budista de Panillo.
El lector que quiera profundizar un poco más en la historia, el patrimonio, la gastronomía y el entorno natural de esta preciosa villa medieval puede visitar la página oficial de la localidad: www.villadeainsa.com.
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