No sabemos si por los contactos entre las casas reales de España y Arabia Saudí o por otros azares del universo, cada vez afloran más frutos comerciales entre ambos países. En este caso, puede tratarse de buenas noticias para el viajero pues no dejan de estrecharse lazos entre ambos países: el lunes pasado, la aerolínea saudí Saudia Airlines anunció la apertura del puente aéreo Madrid – Yedra (Jeddah) – Riad (Riyadh, la capital de Arabia Saudí) y fletarán vuelos cada martes, viernes y domingo. Esto significa que habrá más fluidez de tráfico de personas entre ambos destinos y puede conllevar un acceso más fácil de turistas españoles a Arabia Saudí. Con este nuevo engranaje en los transportes entre los dos países, lugares como el distrito histórico de Diriyah, que se encuentra en Riad y es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 2010, están cada vez más cerca. ¡Antes de esta nueva línea aérea había que hacer escala en Milán para viajar a la península arábiga!
Al igual que otros destinos como Corea del Norte, Arabia Saudí se percibe por parte de los viajeros como un lugar muy hermético y algo complicado de visitar –de hecho, las recomendaciones emitidas por el MAEC son bastante estrictas–. Pese a esta sensación de intranquilidad que tiene el público en general, la creación de puentes aéreos con la citada frecuencia es otro indicador más de los tímidos gestos aperturistas del régimen saudí. Los profesionales del periodismo de viajes podemos percibir el guiño y contribuir en la medida de lo posible a que esa tendencia cristalice más pronto, porque, como muchos otros países del mundo, Arabia Saudí esconde tesoros naturales y arquitectónicos con un enorme potencial turístico, como el vergel arquitectónico de Diriyah (la transcripción exacta del árabe es «Ad Dir’iyah»), cuya significación histórica es enorme, pues de allí procede la actual familia real de Arabia: la Casa de Saud.
A principios del siglo XIX, la creciente influencia política y el renovado poder militar de la Casa de Saud derivó en la conquista de las ciudades santas del islam: Medina y la Meca. La trascendencia simbólica de este hecho en la órbita islámica fue enorme y el Imperio Otomano, entonces máximo adalid de esa religión, declaró la guerra a Arabia Saudí en 1811 en colaboración con el bajá Ibrahim de Egipto. Tras ocho años de campañas, comienza el asedio de Diriyah, que se rinde a las tropas egipcias después de meses de resistencia. A continuación, el bajá Ibrahim ordena destruir la ciudad, una destrucción que aún es visible y que marca el final del primer estado saudí. Aunque en la actualidad se están llevando a cabo trabajos de reconstrucción del antiguo complejo, todavía son visibles los estragos que causó a las estructuras de la ciudad aquel durísimo sitio de 1818. En parte, también en eso reside su encanto.
Los principales monumentos que se pueden disfrutar en una visita turística son, además de las tremendas vistas generales de las ruinas, el palacio Salwa, que era la residencia de los emires de la familia Saud y de los imanes; el palacio de Saad ben Saud, que está completamente restaurado; la Casa de Huéspedes y la Casa de Baños de At-Turaif; y la mezquita del imán Mohamed ben Saud, del siglo XVIII, que también cumplía la función de madraza. Actualmente se está implantando el Plan de Desarrollo del Distrito de At-Turaif, en virtud del cual se crearán diversos espacios de recreo y museos, así como palacios y mezquitas. Se especula que este nuevo complejo, junto con las antiguas ruinas de Diriyah, conferirá a la zona un potencial turístico enorme durante los próximos años.
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