El 11 de abril de 1814, un enrabietadamente derrotado Napoleón firmó con las potencias de la Sexta Coalición el tratado de Fontainebleau, en virtud del cual renunciaba a la soberanía de Francia e Italia y aceptaba marcharse al exilio en la famosa isla de Elba, que había sido nombrada ex profeso Principado de Elba. Elba se encuentra en el mar Mediterráneo, entre Córcega e Italia, a unos 10 km de la costa de Livorno —en la región de Toscana— y pertenece al Archipiélago Toscano. Este incluye otras porciones de tierra como la isla de Montecristo —la famosa isla de El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas—, la isla de Giglio, la isla de Giannutri, la isla de Pianosa, la isla de Capraia y la isla de Gorgona. La superficie de Elba es de 225 km², su monte más elevado, el monte Capanne, alcanza los 1.000 metros de altura y la población total de la isla supera los 30.000 habitantes. Portoferraio es el puerto más importante y el lugar al que arriban los ferris procedentes del continente, así como la localidad con más turistas.
Si describiéramos la isla de Elba en unas pocas pinceladas, tendríamos que decir es una preciosa isla Mediterránea de amaneceres cobrizos y atardeceres de bronce, poblada de pequeñas fortalezas —algunas con el encanto decadente de las ruinas— y pequeñas localidades que recuerdan a las de las islas del Egeo. Elba y las islas de alrededor conservan esa especie de atmósfera estática del Mediterráneo viejo y, en atención a ello, el Gobierno italiano nombró a la isla de Montecristo y sus alrededores como Parque Nacional del Archipiélago Toscano. Esta antigua estampa nos ayuda a imaginar qué misión llevó a Jasón y a sus Argonautas a recalar en ella durante su periplo o qué urdió Ulises al columbrarla. Ya en la parcela de la Historia, se sabe que la isla estuvo en manos de griegos, etruscos, cartagineses y romanos, e incluso durante los siglos XVII y XVIII en poder de España, que hasta fortificó el puerto de una de las localidades con más encanto de la isla: Capoliveri. Luego se convertiría en el Principado de Elba, para que allí se exilase Napoleón, y hacia 1860 se integraría en la unión italiana, en la región de la Toscana. Es una isla pequeña pero con una gran historia.
Turismo de veraneo y relax
La isla de Elba se divide en ocho municipios que han conservado un cierto sabor histórico a pesar de la destrucción sufrida durante la II Guerra Mundial, primero por los alemanes y posteriormente por los bombarderos aliados. Estos municipios son: Campo nell’Elba, Capoliveri, Marciana, Marciana Marina, Porto Azurro, Rio Marina, Rio nell’Elba y Portoferraio, que, como hemos dicho anteriormente, es el municipio que podríamos denominar como el más turístico de todos. En Campo nell’Elba hay una de las playas más bonitas de la isla, metida en una pequeña bahía de arena blanca bañada en aguas cristalinas. Marciana, por su parte, está en medio de unos cerros que caen al mar y Marciana Marina podría considerarse como el puerto de Marciana, ya que se encuentra frente al mar. El submarinismo, en las aguas puras y cristalinas de Elba también es una actividad turística muy frecuente para quien pase unos días en la isla.
Dado que el tipo de turismo que se desarrolla en la isla es principalmente de veraneo y relax, pasar el día en una de las diez estupendas playas que hay en la isla de Elba es la opción más habitual. Es también muy frecuente practicar senderismo porque es la mejor forma de descubrir las huellas que cada etapa de la historia ha dejado en la isla: desde las cuevas prehistóricas, los viejos y derruidos fuertes etruscos, las antiguas canteras romanas de granito, los pueblos saqueados en las incursiones sarracenas que jamás se reconstruyeron. También hay rutas que atraviesan las zonas montañosas y más agrestes de la isla. Todas están clasificadas en función del nivel de dificultad y varias de ellas conducen hasta la cima del monte Capanne.
Hay que mencionar que en la isla se elaboran unos vinos interesantes, muchos de ellos resultado del impulso que Napoleón imprimió a la industria vitivinícola de la isla. Los vinos de Elba son muy ricos: se caracterizan por un sabor algo ácido y un tono picota, algo ásperos en su paso por la garganta. Por cierto, ahora que retomamos el hilo de Bonaparte también hay que decir que se conservan todavía las dos villas del viejo emperador francés: la Villa dei Mulini y la Villa de San Martino —esta última se ha transformado en museo.
Napoleón quedaría recluido en Elba durante unos 10 meses hasta que, para evitar que los británicos le enviasen a la isla de Santa Elena —perdida en mitad del Atlántico— y aprovechando el desplome de la popularidad de Luis XVIII, partió hacia la costa mediterránea francesa. Desembarcó en Antibes para marchar hacia Grenoble y de allí a París para recuperar el poder. Solamente lo mantendría Cien Días, hasta que los prusianos y los británicos lo derrotaron en los campos de Waterloo un 18 de junio de 1815.
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