Allí donde confluyen los ríos Saona y Ródano se alza la tercera ciudad más importante de Francia: Lyon. Es uno de los destinos con más personalidad del sureste del país y, al mismo tiempo, heredero de una gran historia que hunde sus raíces en los tiempos de los celtas y la Galia romana. En la actualidad, las guías de viajes de todo el mundo la describen como una ciudad eminentemente gastronómica, con numerosos restaurantes de fama internacional, y con una potente industria textil basada en la manufactura de la seda. Para conocer Lyon, la opción más habitual es viajar en un vuelo directo hasta el aeropuerto de Saint-Exupéry de Lyon –a unos 25 km de la ciudad–, que sirve por ejemplo Air France. Una vez allí, hay una conexión en metro ligero llamada Rhônexpress que llega hasta la estación de tren de Lyon Part-Dieu (unos 25 euros) y un servicio barato de autobús (Slínea 46, unos 2 euros). Otra opción es volar en una compañía low–cost hasta Génova (Suiza) y desde allí tomar un tren por unos 25 euros hasta las estaciones de Perrache o Part-Dieu.

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Foto: Magnus Manske, Wikimedia Commons (CC BY-SA 1.0).

Según diferentes fuentes históricas, sabemos que la ciudad de Lyon fue fundada por los celtas en la actual colina de Fourvière con el nombre de Lugodunon, pero fue tras la refundación romana de 43 a.C. como Lugdunum cuando se consiguió que la ciudad gozara de tanta prosperidad –era el paso natural hacia el norte de Italia– que hasta llegó a ser capital de las Tres Galias romanas. Con los avatares de los últimos siglos del Imperio Romano, Lyon perdería importancia y pujanza hasta que la recupera en el Renacimiento gracias a la cercanía de Italia. La Revolución Francesa trajo destrucción por el largo asedio de las tropas revolucionarias, pero sería Napoleón quien ordenaría la reconstrucción de la ciudad a principios del siglo XIX. Toda esa historia ha dejado un gran legado patrimonial que la Unesco reconoció en el año 1998 al incluir el Sitio histórico de Lyon en la lista del Patrimonio de la Humanidad.

Foto: Mathieudu68, Wikimedia Commons (CC BY-SA 3.0).

Foto: Ampere, Wikimedia Commons (CC BY-SA 3.0).

Una de las partes más interesantes de la ciudad es la colina Fourvière, donde están los restos más antiguos: el teatro romano de Lyon y algunos antiguos recintos. Allí también se encuentra la basílica de Notre-Dame de Fourvière. Además de esta plaza, bajando por la colina llegamos al interesante Viejo Lyon (Vieux Lyon), que es el barrio medieval y renacentista. Es una delicia pasear por sus calles y disfrutar de los estupendos edificios que todavía se conservan: sin lugar a dudas, los amantes de la historia justificarán su viaje a Lyon visitando esta zona del casco viejo. Con el crecimiento de la ciudad, el verdadero centro se ha desplazado realmente a la zona de Presqu’île, que realmente es un completo testimonio del desarrollo industrial de la ciudad.

Además de los puntos dichos anteriormente, quien quiera viajar a Lyon deberá tener en cuenta otra importante visita: La Croix-Rousse, un barrio marcado profundamente por la antigua industria de la seda que tan importante fue en tiempos del Renacimiento y en la Edad Media. Pero, más allá de los monumentos y las caminatas por las calles de la ciudad, Lyon es una delicia por su increíble gastronomía. En ella se educaron y crecieron chefs de la talla de Paul Bocuse y Eugénie Brazier algo que ha permitido que se forje en ella la llamada Haute Cuisine (Alta Cocina). Para muchos, Lyon es la capital mundial de la gastronomía, pero la calidad de sus platos, incluso los más tradicionales, se puede degustar en los famosos Bouchons, que se concentran en las calles de Vieux-Lyon y en la Rue Mercière. En definitiva, un viaje de lo más completo. ¿Te animas a conocer Lyon?