En costa o en tierra, los acantilados siempre constituyen imágenes sobrecogedoras para el ser humano. Sentarse sobre el borde mientras observamos cómo se precipita nuestro vértigo por sus paredes verticales, postrarnos ante las infinitas paredes que escamotean el horizonte, cautivarnos ante su magnitud violenta nos recuerda que no necesitamos salir al espacio exterior para aprehender nuestro tamaño en el universo. El saltador supersónico y estratosférico Felix Baumgartner que disparó las consultas de turismo espacial y la agencia de viajes on–line Destinia, que comercializa viajes espaciales, no gozarían de la misma repercusión mediática si todos meditáramos nuestro tamaño relativo ante los mayores acantilados del mundo.
Hay que reconocer que la redondez terráquea y las paredes de piedra cortadas verticalmente o a plomo no son paisajes equivalentes; pero, si no es más rico quien más tiene, sino el que menos necesita, entonces la mayoría nos conformaríamos con juzgar nuestro rol en el universo frente a los acantilados infinitos diseminados por las latitudes del Planeta. Como es natural, frente a un acantilado de estas dimensiones no es necesario plantearse sistemáticamente la proporcionalidad del hombre en el universo, porque desde antiguo sabemos que el hombre es la medida de todas las cosas, una circunstancia que permite limitar nuestra percepción de los acantilados al simple y sencillo deleite de los sentidos. Un deleite, por cierto, imborrable.
Acantilados de la isla de Baffin (Canadá):
Acantilados del salto Ángel (Venezuela):
Acantilados de Los Gigantes, en Tenerife (España):
Acantilados de la catarata de Gocta (Perú):
Acantilados de Bight Marine Park (Australia):
Acantilados de Zuytdorp (Australia):
Acantilados de Étretat (Francia):
La naturaleza es como un niño: sus obras son el resultado de un capricho. Y en todos los acantilados infinitos que hemos recogido en esta entrada, podemos comprobar cómo, sin orden ni concierto, cada agente de la naturaleza trabaja libremente para dar a nuestros sentidos la sensación de disfrutar al máximo de unas caprichosas formas, todas irrepetibles, como obras de arte literarias.
En esta entrada hemos citado dos cataratas que se encuentran en distintos acantilados americanos. Próximamente hablaremos de las cataratas más admirables del mundo.
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