En la zona meridional de la República Checa, a unos 170 kilómetros al sur de Praga, se encuentra una pequeña ciudad que concentra el estilo de las ciudades medievales de Europa central. Se llama Český Krumlov y desde el siglo XIII la ciudad fue recogiendo en sus monumentos las diferentes corrientes artísticas europeas de forma que actualmente constituye el único ejemplo intacto de la evolución que se produjo desde la Edad Media, hasta el Renacimiento primero y el Barroco después. En esta ciudad tuvieron residencias importantes personalidades de la política internacional europea en estos siglos, desde la familia Rosenberg a la dinastía Habsburgo, la familia Eggenberg y, por último, los Schwarzemberg (uno de sus más famosos representantes fue Carlos Felipe de Schwarzenberg, que ganó a Napoleón la decisiva batalla de Leipzig en 1813). Es, por tanto, una ciudad de abolengo para viejas estirpes centroeuropeas de abolengo, circunstancia que favoreció la producción de una gran calidad arquitectónica en las citadas expresiones artísticas. Pero Český Krumlov no representa únicamente un patrimonio monumental extraordinario: en sus cercanías también se puede disfrutar de la naturaleza centroeuropea como el Parque Nacional de Šumava, el mayor de la República Checa y ubicado en el espectacular entorno que existe entre las fronteras de Austria, Alemania y República Checa.
Una ciudad con tal encanto no podía tener otro destino que el de convertirse tarde o temprano en Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. En 1992, la organización internacional la incluyó en su selecta lista con el pretexto de que se trata de «un excepcional ejemplo de pequeña ciudad medieval de Centroeuropa cuyo patrimonio cultural se ha conservado intacto gracias a su pacífica evolución durante más de cinco siglos». A lo largo de este tiempo, la ciudad fue evolucionando de manera que, si al principio se encontraba concentrada en un pequeño recodo del río Vltava, lo que se corresponde estrictamente con el casco viejo de Český Krumlov, más adelante el casco urbano fue creciendo hacia el este y cruzando el río en lo que se conoce como el barrio de Latrán. Caminar por una ciudad como esta se parece a pasear a través de un antiguo cuento de hadas con una gran cantidad de edificios que nos remiten a siglos atrás, cuando los grandes señores y los grandes villanos compartían espacios en unos pocos metros cuadrados.
Quizá la obra de arte más famosa y visitada sea el castillo de Český Krumlov, que resulta bastante imponente por el contraste de tamaño que tiene con respecto al casco viejo. De hecho, se trata del segundo mayor castillo de la República Checa después del castillo de Hradčany, en Praga. Una vez dentro del castillo se podrán visitar varias estancias y salones, pero sin duda una de las vistas más bellas que ofrece al viajero es el jardín, cuyo recargado estilo se acoge a los alambicados principios urbanísticos del rococó. En el castillo también se encuentra la iglesia de San Vito, que data de principios del siglo XV y que anticipa el estilo alto gótico en sus preciosas cúpulas, aunque también son dignos de mención los únicos frescos que decoran las paredes. Además, el castillo también alberga un teatro de estilo barroco construido entre 1680 y 1682 y que todavía se encuentra en uso, aunque, debido a su antigüedad, solo se admiten tres representaciones al año.
Hay que sumar a todos estos atractivos que Český Krumlov es un importante centro cultural en la República Checa, ya que acoge una gran cantidad de festivales y eventos variados. El más conocido de los eventos es el Festival de la Rosa de Cinco Pétalos, en el solsticio de verano, en el que la ciudad se viste de Edad Media, con artistas, caballeros, músicos medievales… También es reseñable el Festival de Música de Český Krumlov, entre julio y agosto, que atrae una abundante variedad de géneros musicales…
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