La semana pasada comenzamos esta colección de reportajes sobre los enclaves cátaros del sur de Francia, con un reportaje sobre los castillos cátaros de Lastours y otro sobre la ciudad de Albi, dos de los enclaves cátaros más sorprendentes del Mediodía francés. Esta semana la inauguramos con la redacción de un artículo del que se puede considerar como centro neurálgico de los territorios cátaros medievales: la ciudad de Carcasona, en la cual se encuentra la famosa ciudadela medieval de Carcasona. Esta localidad francesa se ubica a unos 150 kilómetros desde la frontera de España en el puerto de Perthus (Gerona), que es el punto más cercano hasta Carcasona, a unos 300 km desde Barcelona y a 880 km de Madrid por la ruta A-1 y A-64, o 900 km por la ruta A-2. La localidad está bañada por el río Aude, que es lo bastante grande como para que los franceses lo consideren el pretexto pretexto para hacer algo monumental: el puente Viejo (pont Vieux), que conduce directamente a los pies de la ciudadela cátara de Carcasona y que se construyó en el siglo XIV. Se trata además de un destino que ofrece actividades para un turismo algo diferente: muy próximo a Carcasona se encuentra un tramo del Canal du Midi (Canal del Mediodía), que es una vía navegable artificial que une Toulouse y Burdeos y que se construyó en el siglo XVII, y en la que se puede navegar.
La ciudadela de Carcasona, que tuvo sus orígenes en la época prerromana, se había convertido a principios del siglo XIII en una de las capitales del catarismo que tan rápido se estaba extendiendo por el Mediodía francés. Los dos señores más poderosos de la región, el conde de Tolosa y el vizconde de Carcasona, fueron declarados herejes por el papa Inocencio III al no oponerse a la expansión de los cátaros en el año en que se convocó la Cruzada Albigense (1209-1244). Como todos previeron, Carcasona se convirtió en seguida en uno de los primeros objetivos del ejército de Simón de Montfort, quien, tras dos semanas de asedio, logró entrar en la ciudad. Cambiaría de manos un par de veces más y, cuando concluyó la cruzada, la ciudadela entraría a formar parte de los dominios de los reyes de Francia definitivamente, quienes construirán el segundo cinturón de murallas que podemos ver hoy. Pese a que la ciudadela se encontraba en la órbita de interés de la Corona de Aragón, dejará de tener un papel estratégico para España después de ceder a Francia el Rosellón en el Tratado de los Pirineos (1659). Gracias al prolongado periodo de paz que disfrutó la región durante los siguientes siglos —a excepción de la expedición del general Antonio Ricardos en 1793 contra la República Francesa—, la Cité de Carcassone, como se conoce en francés, cayó en el abandono hasta que las intensas restauraciones llevadas a cabo en el siglo XIX le dieron el admirable aspecto actual. En 1997, con toda justificación, la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad a la «Ciudad histórica fortificada de Carcasona».
La organización cultural internacional argumentó para la inclusión del sitio en el Patrimonio de la humanidad que «Carcasona es un ejemplo destacado de ciudad medieval fortificada provista de un vasto sistema defensivo que circunda el castillo y sus dependencias», pero no se limita a admirar únicamente este aspecto. También le resulta destacable «la soberbia catedral gótica y el resto de los edificios urbanos». Efectivamente, el conjunto defensivo realmente es imponente, con unos tres kilómetros de lienzos de murallas defendidos por 52 enormes torres —17 de ellas galorromanas, por cierto—, y un total de cuatro puertas situadas en cada uno de los puntos cardinales de la ciudadela: la puerta de Narbona, la puerta de Aude, la puerta del burgo o de Rodez y la puerta de Saint-Nazarie; hay que añadir en la lista de las estructuras de la fortificación medieval el castillo Condal de Carcasona, que mandó erigir Bermard Trencavel en torno a 1130 y que los reyes franceses dieron luego su estructura definitiva. Por lo que respecta a la basílica de Saint-Nazaire, se trata de una de las mejores muestras del gótico francés en el sur de Francia —aunque parte de su estructura es de origen románico—.
La Unesco concluye afirmando que «la importancia de Carcasona se debe también a que fue el escenario de prolongadas obras de restauración emprendidas por Eugène Viollet-le-Duc, uno de los creadores del arte moderno de la conservación y rehabilitación de monumentos y obras de arte». No obstante, Viollet-le-Duc ha recibido por parte de distintos autores diversas críticas que consisten, o bien en aducir que no debió restaurar el monumento para que así se conservase su verdadera esencia romántica, o bien que técnicamente las restauraciones pasan por alto detalles históricos importantes, como el hecho de haber empleado materiales ajenos a la zona, como la pizarra, para construir los tejados cónicos de las torres, que, por cierto, jamás existieron antes de la restauración.
Lo cierto es que la visión de la ciudadela de Carcasona desde lejos ayuda a retrotraer nuestra imaginación a los tiempos pasados y a fabular cómo se desarrollarían los sucesos y avatares que se desencadenaron durante la Cruzada Albigense, con las idas y venidas de personajes como el cruel Simón de Monfort, caudillo de los cruzados, y de los señores cátaros de Languedoc, abnegados que luchaban no solo por proteger a sus vasallos albigenses, sino por no perder sus propios dominios. Sumérgete en esta extraordinaria atmósfera medieval reservando aquí tu hotel en plena Cité de Carcassone. Y es que Carcasona es uno de los destinos turísticos más importantes de Francia por número de visitantes.
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