Réplica del viaje del Titanic (IV): Cork, la cita con Caronte

11 de junio de 2012 por Paco Almádena · 2 Comentarios · Europa, Historia, Irlanda, Ocio, Titanic, Turismo, Viajes

El RMS Titanic partió de Cherburgo el 10 de abril de 1912 y llegaría al puerto de la ciudad del sur de Irlanda Cork, puerto que entonces era conocido como Queenstown, hacia las 11:30 de la mañana del jueves 11 de abril. Un aire impetuoso frotaba la ciudad y el puerto, sombreados por las nubes en el cielo de un día templado, discretamente templado. El clima auguraba la parálisis de un futuro ausente. La llegada del Titanic a Cork se parecía a concertar una cita con Caronte, el barquero del Hades: definitiva, sombría, fatal, solo con billete de ida, para cruzar un charco. Parecía que los 2.224 pasajeros de primera, segunda y tercera clase que había a bordo del titán acuático tenían ya los párpados cerrados… con un óbolo* por órbita, para no contraer deudas con el barquero de los infiernos, que siempre ha sido uno de los peores acreedores imaginables: imponía a las almas «sin blanca» la condición de que vagaran por las riberas del Aqueronte durante un siglo entero para aceptar llevarlas hasta la otra orilla del río en su barca fúnebre.

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Foto coloreada del Titanic partiendo de Queenstown, hoy Cobh. Foto de W. Commons

Saint Patrick's es curva porque cubre un antiguo canal del río Lee. Cambian los vehículos... Foto de W. Commons.

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Calle de San Patricio hacia 1900. Foto de Detroit Photographic Company, Wikimedia Commons.

Al igual que ocurrió en los puertos de Southampton y Cherburgo, el Titanic era demasiado grande para atracar en los muelles de Cork, así que lo hizo algunos kilómetros antes de la ciudad, en un recaladero llamado Cobh que aún hoy se puede visitar (hablamos un poco más sobre esta pequeña localidad más abajo). Los barcos de apoyo SS Traffic y SS Nomadic cumplieron la misión de embarcar a 120 pasajeros más y de desembarcar a siete. El puerto de Cork, como el de Belfast, Southampton o Cherburgo, era un puerto muy importante en la época —hoy es la segunda mayor ciudad de Irlanda—, aunque todavía no se había adaptado sus infraestructuras a los mega transatlánticos que empezaban a aparecer en la escena marítima. Quizá Cork sea la ciudad que menos cambios ha experimentado desde 1912, ya que no sufrió un severo castigo aéreo durante la II Guerra Mundial y la cantidad de patrimonio que conserva así lo prueba. Por  ejemplo, el canal del río Lee, que atraviesa y otorga a la ciudad una de sus señas de identidad más notables, corre hoy por el mismo trazado fluvial de 1912. De algún modo, el río Lee es depositario de la fuerte personalidad de Cork y, en suma, de la identidad de Irlanda entera: agua y verdor bajo un cielo lívido de nubes y escaso sol. Hay que saber que el centro de la ciudad se localiza en una isla delimitada por los dos cursos en que se divide el río Lee hacia el oeste y que vuelven a unirse hacia el este.

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Localización del casco antiguo de Cork, sobre la isla alargada que forman los dos brazos del río Lee (Google maps).

Catedral de Saint Finbarr, junto al canal del Lee. Foto de Ekrub divad, Wikimedia Commons.

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El río Lee con las casas de estilo georgiano al fondo. Foto de Mjrogers50 y Lukius, W. Commons.

No es sencillo indicar al viajero que llega a Cork por dónde debe empezar su visita, aunque lo cierto es que el casco antiguo no es muy grande y se puede recorrer a pie sin fatigas. Puede resultar muy útil acudir al City Tourist Information Center de Cork, que se encuentra en la arbolada Grand Parade. Una vez recibida la información turística, se puede comenzar la visita a Cork —o Corcaigh, como dicen los irlandeses cuando hablan gaélico—  pateando la sinuosa Saint Patrick’s Street (calle de San Patricio), que arranca en el lado norte de la Grand Parade. Se trata de una visita ineludible entre todas las calles de Cork: es una de las principales avenidas del casco viejo y famosa también por las tiendas y centros comerciales que la convierten en perfecta para salir de compras. Esta calle da acceso a otro de los lugares emblemáticos del casco antiguo, el Mercado Inglés (English Market). Continuando por la calle de San Patricio llegaremos al Saint Patrick’s Bridge, el puente más antiguo de la ciudad. Tanto las calles citadas como el Mercado Inglés forman parte del núcleo histórico de la ciudad, que se erigió sobre una isla que se formó al dividirse el río Lee en dos brazos.

El English Market. Foto de Amitac, Wikimedia Commons.

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El puente de Saint Patrick. Foto de Kglavin, Wikimedia Commons.

El rico patrimonio de Cork…

Al sur de Grand Parade, cruzando el río Lee por la Barrack Street, se sitúa el Elisabeth Fort, un castillo con forma de estrella del siglo XVII. Muy cerca de allí, en Dean Street, se encuentra la catedral más emblemática de Cork, la Saint Finbarre’s Cathedral, dedicada a San Finbarr, el fundador de un pequeño monasterio en el siglo VI que daría lugar a la ciudad de Cork. Otra de las catedrales más importantes es la Cathedral of Saint Mary and Saint Anne, situada al final de Shandon Street. También la iglesia de Shandon, con su torre, representa uno de los símbolos más conocidos de Cork.Otro de los edificios más impresionantes que ha dejado la historia de la ciudad es el de la University College Cork, levantada íntegramente en el estilo Gótico Tudor. Para los más curiosos de la historia, se organizan tours históricos que pretenden ilustrar al viajero en la historia de Cork y facilitan el entendimiento de la idiosincrasia de sus habitantes: normalmente, el tour histórico comienza en el lugar donde se supone que San Finbarr fundó su monasterio pasando por el asentamiento comercial vikingo del siglo X y las zonas urbanas que surgieron en los siglos XVIII y XIX. Además, fuera de Cork existen algunos lugares históricos interesantes, como el Blarney Castle, el Barryscourt Castle o la estupenda localidad de Kinsale. A unos 20 km al suroeste de Cork, también se puede visitar la costa de Crosshaven, con playas blancas y acantilados.

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Catedral de San Finbarr al atardecer. Foto de Kglavin, Wikimedia Commons.

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Cathedral de Saint Mary y Saint Anne. Foto JohnArmagh, Wikimedia Commons.

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La preciosa University College Cork. Foto de Bjørn Christian Tørrissen, Wikimedia Commons.

Para disfrutar de unas preciosas vistas panorámicas de ciudad, el mejor punto es el Cork City Gaol, a las afueras de la ciudad. Es un recinto por el que se cobra una pequeña cantidad de dinero y se puede llegar andando (una media hora de paseo), o bien a bordo de alguno de los autobuses turísticos de Cork. Por otro lado, también puede resultar interesante visitar el Lough Park, donde hay un laguito con una isla en medio y que permite adentrarse ligeramente en la naturaleza irlandesa. Para concluir, el viajero debe saber que las noches de Cork son muy animadas y las zonas de marcha son famosas en toda Irlanda, como la que se encuentra en torno a Barrack Street. Algunos de los pubs más emblemáticos de esta zona son el An Brög, el An Spallpiín Fánach o el The Bierhaus.

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El ayuntamiento reflejado en el río Lee. Foto de Assorti, Wikimedia Commons.

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El majestuoso castillo de Blarney. Foto de Postdlf, Wikimedia Commons.

El castillo de Barryscourt. Foto de Timcson, Wikimedia Commons.

Queenstown o Cobh, el antiguo puerto de Cork

Realmente el Titanic no pudo atracar en Cork como tal, sino en una pequeña localidad al sur que hacía las veces de puerto de la ciudad para grandes buques. Esta localidad, en la isla de Great Island, se conocía en 1912 como Queenstown, aunque su nombre hoy en día es Cobh. En Cobh se conserva un monumento conmemorativo del Titanic en Pearse Square. Otros atractivos turísticos de la ciudad son la Saint Colman’s Cathedral y el Cobh Museum. Recomendable, los tours que organiza Titanic Trail Tours, que replican la ruta que siguió este inolvidable titán de los océanos.

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Cobh, antigua Queenstown. Foto de Ralph Rawlinson, Wikimedia Commons.

El número de personas, entre pasajeros y tripulación, a bordo del titán de los mares al partir de Queenstown ascendía a 2.224 , de las cuales sólo sobrevivirían 710. Terminarían sus vidas en las frías aguas del Atlántico Norte 1.514 personas. El inexorable Caronte había comenzado a remar; la otra orilla del Aqueronte, cada vez más cercana, era el destino de esas 1.514 personas que no darían nunca la vuelta atrás…

* El óbolo era una moneda griega de plata fraccionaria del dracma. Su valor equivalía a un sexto de un dracma. Los griegos ponían sobre los cadáveres de los fallecidos un óbolo en cada ojo para que pudieran pagar el viaje a Caronte.

Más sobre «Réplica del viaje del Titanic»:

(I): las fraguas de Belfast

(II) Southampton y zarpamos

(III) Cherburgo, el punto de no retorno

(V) Nueva York, el destino fantasma

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