Hacia 1790, el explorador español Salvador Fidalgo emprendió una expedición ordenada por el entonces virrey de Nueva España, Juan Vicente de Güemes, con destino a los mares de Alaska para comprobar la veracidad de los rumores de afirmaban que ciertos comerciantes rusos se habían instalado en la región. Las costas occidentales de América del Norte se encontraban nominalmente bajo soberanía española, por lo que la entrada de los rusos sin negociaciones previas podría constituir un acto hostil. Los rumores resultaron ser ciertos: Fidalgo descubrió dos asentamientos rusos, uno en la península de Kenai y otro en la isla de Kodiak. Sin embargo, se trataba de asentamientos de tan poca importancia que el explorador se limitó a realizar varias ceremonias de afirmación de la soberanía española en diferentes puntos de la costa, entre ellos en la península de Kenai y en la isla de Kodiak. Los rusos asistieron entre indiferentes y confusos a las ceremonias, pero España consiguió frenar las ambiciones de los zares durante tres décadas.
Localización de Valdez y Cordova, en Alaska (Google maps).
Vista del puerto de Valdez. Foto de Srvora, Wikimedia Commons.
Resultado de aquel viaje, que comenzó en San Lorenzo de Nootka, en la actual isla de Vancouver, fue el bautizo de dos lugares que todavía conservan sus nombres en castellano y que ostentan el honor de ser los dos topónimos en español más septentrionales del mundo: Valdez y Cordova. El 3 de junio de 1790, los hombres de Salvador Fidalgo desembarcaron en una ensenada que se bautizó como Puerto Córdova —hoy Orca Inlet— y, en una rimbombante ceremonia instalaron una gran cruz. El 15 de junio, la expedición descubrió otro puerto natural hacia el noroeste que fue bautizado como Puerto Valdez, en honor al entonces secretario de marina español, Antonio Valdés. Así se establecieron ambos puertos comerciales y se localizaron en los mapas, de forma que las poblaciones de carácter minero que surgirían un siglo después adoptaron el mismo nombre que les dio el Salvador Fidalgo.
Ensenada de Valdez. Foto de Dennis Cowals, en el perfil de Flickr de The U.S. National Archives, tomada de Wikimedia Commons.
Las principales industrias de ambas localidades se engloban en el sector de la minería, aunque sobre todo la de Valdez. Por ejemplo, uno de los extremos del oleoducto Trans-Alaska Pipeline System (TAPS) se encuentra en Valdez, aunque en los comienzos los habitantes vivían de las pepitas de oro que encontraban en los ríos de la región. Por su parte, Cordova nació de la minería del cobre, pero más adelante se dedicó a las obras públicas con la construcción de la Copper River Highway, que une el puerto de Cordova con el puente del Millón de Dólares (Million Dollar Bridge), también conocido como Miles Glacier Bridge, en el espectacular glaciar de Miles. Así mismo, los habitantes de Cordova también viven de la pesca, especialmente del salmón.
Vista del puerto de Cordova. Foto de Wikimedia Commons.
La arrolladora naturaleza de la región es lo más reseñable turísticamente de ambas localidades. Por un lado, Valdez se encuentra en la desembocadura de un enorme fiordo, rodeada de enormes montañas que la convierten en una localidad bastante incomunicada con el resto de Alaska. Son famosas las montañas Chugach (Chugach Mountains) para la práctica del esquí, así como diversos deportes de invierno como el heliskiing. Por otro lado, Cordova también disfruta de un entorno natural privilegiado, donde las montañas y los paisajes verdes campan a sus anchas; la diferencia está en que Cordova sí dispone de varias líneas de comunicación, como la línea de ferris que parten de su puerto y la Copper River Highway. En definitiva, Cordova y Valdez son la pura esencia de Alaska, con una naturaleza abrumadora e inmensa que a veces hace muy difícil el desarrollo de la vida moderna del hombre.
Valdez. Foto de Jason Grote, (Flickr), en Wikimedia Commons.
Salvador Fidalgo, un completo aventurero
Salvador Fidalgo nació un 6 de agosto de 1756 en Seo d’Urgell (Lérida), hijo de nobles vasconavarros. Con 19 años se graduaría en el Real Colegio de Guardiamarinas de Cádiz y seguiría su carrera en la Armada española participando con éxito en diversos combates navales contra las armadas británica y portuguesa. En el año 1778 —el joven Fidalgo contaba entonces 22 años—, se le concedió el cargo de teniente de navío y se le asignó como destino el puerto de San Blas, en la costa del Pacífico de México. Fidalgo trascendería a la Historia por su expedición a Alaska de 1790, la quinta que realizaba el Reino a la región con la intención de confirmar la soberanía española en aquellos mares. En 1792, estableció el asentamiento de bahía Neah, en el estrecho de Juan de Fuca —actual estado de Washington. Dos años después, fue ascendido a capitán de fragata y realizó diversas misiones en Argentina y California. Moriría a los 47 años en Tacubaya (México), con el reconocimiento de las autoridades españolas. En la actualidad hay una isla en el estado de Washington que lleva su nombre: isla Fidalgo.
Decíamos ayer que «la incesante capacidad de sorpresa que tiene la naturaleza» nos obligaba a volver con cierta regularidad a contenidos que traten de plasmar este hecho. El viernes pasado comenzamos a publicar la lista de las cataratas más arrolladoras del mundo, lista que hoy cerraremos con otras nueve cataratas que destacan por su impresionante torrente de agua y sobrecogedor paisaje. Con el siguiente conjunto de cataratas concluimos la lista de las 17 cataratas más arrolladoras del mundo:
Cataratas del Niágara:
Las cataratas del río Niágara hacen frontera entre Ontario (Canadá) y el estado de Nueva York (Estados Unidos), pero no todos son conscientes de que el lado más fotogénico e impresionante de las cataratas es el canadiense. Presentan una caída de 52 metros, lo que explica por qué los indios iroqueses, ya extintos, se referían a ellas como «niágara», es decir «trueno de agua». Foto de Dominik Waas, Wikimedia Commons.
Cataratas del Rin:
Las cataratas del Rin son el mayor salto de agua de Europa central, con sus 150 metros de ancho y 23 de altura. Las cataratas se ubican en la parte alta del Rin, muy cerca de la ciudad suiza de Schaffhausen, que se localiza a unos 50 km al norte de Zürich. Foto de Earth explorer, Wikimedia Commons.
Cataratas Dettifoss:
La cascada Dettifoss se encuentra en el Parque Nacional de Jökulsárgljúfur, al norte de Islandia. Muchos la consideran la catarata más caudalosa de Europa, ya que puede llegar a arrojar unos 500 m³ de agua por segundo a través de sus 100 metros de ancho y 44 de caída. Toda una fuerza de la naturaleza, como muchas cosas de Islandia. Foto de Tbc, Wikimedia Commons.
Cataratas Havasu:
En el tramo del Gran Cañón del Colorado (EE.UU.) que aún discurre por suelo de Arizona se encuentra esta preciosa catarata, la cual, según ciertas fuentes, podría ser la más visitada del mundo. El agua se despeña desde 37 metros de altura hasta la piscina. Foto de Moondigger, Wikimedia Commons.
Cataratas Jog:
Las cataratas Jog, también llamadas cataratas Gersoppa, se encuentran en Sagara, en el estado indio de Karnataka, al suroeste de la India. Presentan una caída de 250 metros, 85 menos que la cascada más alta de la India (Nohkalikai). Es una de las mayores atracciones turísticas del estado de Karnataka. Foto de Sarvagnya, Wikimedia Commons.
Cataratas Victoria:
Otra de las cataratas que comparten dos países son las cataratas Victoria, en la frontera entre Zimbabue y Zambia. El salto de agua del río Zambeze, que fue descubierto por el escocés David Livingstone, alcanza los 108 metros de altura. Los habitantes de la región conocen a la catarata por el nombre de Mosi-oa-Tunya, motivo por el cual el nombre del parque nacional en el que se encuentran puede llamarse o bien Parque Nacional de Mosi-oa-Tunya o Parque Nacional de las Cataratas Victoria. Las cataratas Victoria pertenecen desde 1989 al Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Foto de Vberger, Wikimedia Commons.
Cataratas Virginia:
Ubicadas en el Parque Nacional Nahanni, en el Territorio del Noroeste (Canadá), las cataratas Virginia tienen una caída de agua de 96 metros de altura y 259 metros de anchura. Esta cascada se encuentra en el curso del río South Nahanni. Foto de Gierszep, Wikimedia Commons.
Salto Ángel:
Se trata del salto de agua más alto del mundo, con una altura de 979 metros. Se localiza en el Parque Nacional de Camaima, en Venezuela. En el año 1994, la Unesco declaró el salto y el entorno natural como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Parece que la cascada fue descubierta a finales del siglo XVI o principios del XVII por el explorador Fernando de la Hoz Berrío y Oruña, que organizó a lo largo de su vida una veintena de expediciones para encontrar el famoso El Dorado. Foto de Yosemite, Wikimedia Commons.
Salto de Bridalveil:
El Parque Nacional de Yosemite, en California (EE.UU.), encierra un gran número de maravillas naturales. El salto de Bridalveil es una de ellas, con una caída de 188 metros de altura. Los indígenas de la región llamaron Bridalveil a la cascada —salto del velo de la novia— porque pensaban que inhalando la neblina producida por el agua encontrarían una mujer con la que casarse. Foto de Reinhard Jahn, Mannheim, Wikimedia Commons.
La incesante capacidad de sorpresa que tiene la naturaleza nos obliga a publicar con cierta regularidad contenidos que reflejan la inmensidad y variedad de la misma. Hace algunos días escribimos una post sobre los mayores acantilados del mundo que se titulaba «Acantilados infinitos». En esta ocasión, vamos a posar nuestra mirada en las cataratas más impresionantes y arrolladoras del mundo, entre las cuales hemos elegido 17 cataratas repartidas a lo largo y ancho del globo terráqueo. Las hay para todos los gustos y de todos los colores, algunas muy conocidas y otras ignoradas en mayor o menor grado, pero todas resultan, cuando menos, arrolladoras. Lectores, consideraos libres para refutar esta lista de cascadas del mundo:
Cascada del desfiladero de Baatara:
La cascada del desfiladero de Baatara se encuentra en la localidad libanesa de Tannourine, a unos 75 km de la capital, Beirut. La caída de la cascada alcanza los 255 metros de altura. Foto de Eli+, Wikimedia Commons.
Cascada de Huangguoshu:
La cascada de Huangguoshu significa, literalmente, «cascadas de árbol de frutos amarillos». Se trata de la catarata más grande de China, con una caída de unos 78 metros. Foto de Mrspaceman, Wikimedia Commons.
Cascada de Krunefossen:
La cascada de Krunefossen se encuentra en Noruega, en el municipio de Stryn. Es la décimo segunda catarata más alta de Europa, con una caída de 660 metros. La cascada obtiene agua del glaciar de Krunebreen. Foto de Sindre, Wikimedia Commons.
Cascada de Marmore:
Se trata de una cascada artificial de 165 metros de altura que se divide en tres saltos. Esta altura convierte a la catarata de Marmore en una de las cascadas artificiales más altas del mundo. La cascada está a la altura de la localidad italiana de Terni, en el curso del río Velino. Foto de Wikimedia Commons.
Cascada de los Caballeros de San José de Suaita:
La cascada de los Caballeros se encuentra en las proximidades de la localidad colombiana de San José de Suaita. El agua cae desde los 100 metros de altura en dos saltos contiguos. Foto de Sohoniano, Wikimedia Commons.
Cascadas de Ouzoud:
Las cascadas de Ouzoud se encuentran aproximadamente en el centro geográfico de Marruecos, en el curso del río Ouzoud. Se puede llegar a ellas desde Marrakech para contemplar su salto de 110 metros del altura. Foto de Wikimedia Commons.
Cascadas de Shoshone:
En el estado de Idaho, EE.UU., se encuentran las cataratas Shoshone, que presentan un salto de agua de 65 metros. Se encuentran en el curso del río Snake, muy cerca de la localidad de Twin Falls —«Cataratas Gemelas», en castellano—. Foto de Jloft, Wikimedia Commons.
Cataratas del Iguazú:
Convertida recientemente en una de las Siete Maravillas Naturales del Mundo, conforman literalmente la frontera entre Argentina y Brasil. Tienen 275 saltos de agua: el más alto, de 80 metros, se llama la Garganta del Diablo, que se aprecia en la fotografía. Alvar Núñez Cabeza de Vaca las descubrió en 1542, cuando trataba de llegar hasta Asunción (Paraguay) desde el océano Atlántico, y las bautizó como saltos de Santa María. Foto de AKtarus, Wikimedia Commons.
¿Increíbles, no? Pues no son solamente estas. Solamente en América hay varias más, y de gran importancia. En la próxima entrada de 2.0 Viajes concluiremos el listado de las cataratas más arrolladoras del mundo.
Cada cierto tiempo, 2.0 Viajes rescata series de reportajes realizados hace tiempo con la intención de recuperar el interés por dichos destinos, en una colección de piezas recopilatorias que se ha dado en llamar «2.0viajes viaja al pasado». Hoy se publica la séptima recopilación de reportajes unidos por el hilo de un destino turístico común: «Alguer o Alguero, un pedazo de Cataluña en Cerdeña» —en italiano se conoce como Alghero—. Volver sobre nuestras huellas en este camino que marca nuestra bitácora de viajes nos lleva a hacer una pequeña digresión filosófica que tiene que ver con Antonio Machado y la literatura. De pascuas a ramos nos da por traer a colación alguna «frutilla literaria» que otra con el propósito de ilustrar lo que queremos contar y también para enriquecer el «patrimonio inmaterial» de esta bitácora que, cada semana, lucha contra la desolación deprimente de la página en blanco y siembra de vida e información turística este «cuaderno de pantalla», como ciertos filólogos dicen. La digresión:
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino,
sino estelas en la mar.
Antonio Machado, Campos de Castilla, 1917
Con nuestra colección de reportajes recopilatorios de antiguos destinos contradecimos la afirmación de uno de los más célebres poetas españoles, porque en 2.0 Viajes sí volvemos la vista atrás para pisar la misma senda que hollamos hace tiempo. Porque a todos nos gusta vivir por segunda vez un momento agradable.
Alguer o Alguero, un pedazo de Cataluña en Cerdeña
La colección de artículos «Alguer o Alguero, un pedazo de Cataluña en Cerdeña» pretende en cierto modo descubrir un destino relativamente poco conocido en la isla de Cerdeña. Pese a su escasa celebridad turística, cuenta con los suficientes atractivos como para que el viajero emprenda un viaje hasta allí y disfrute tanto de su variado y rico patrimonio histórico como de la espléndida naturaleza que se halla en sus alrededores. Con algo de suerte, quien visite esta localidad de origen catalán —fue repoblada por colonos catalanes a finales del siglo XIV— descubrirá el dialecto alguerés, derivado del viejo catalán y todavía presente en algunas manifestaciones costumbristas como los cánticos de las celebraciones navideñas. Cuevas, playas y parques naturales completan las posibilidades turísticas de este precioso destino mediterráneo.
Al noroeste de Cerdeña, Alguer se ubica en una hermosa bahía bañada por cristalinas aguas del Mediterráneo. Un impresionante recinto amurallado, viejas iglesias barrocas y renacentistas y palacios de antigua nobleza componen su mayor patrimonio monumental. Uno de cada cinco habitantes habla el dialecto del catalán conocido como alguerés y llama a Alguer «Barceloneta».
Las playas de Alguer presumen de ser de fina arena y tienen uno de los mares más limpios de Italia. Pero, además de las playas, cuevas como la de Neptuno y la cueva marina de Nereo permiten al viajero practicar algo de turismo de aventura en su bello entorno, así como diversas actividades acuáticas. Además, existen dos preciosas zonas naturales protegidas: el Área Natural Marina de Capo Caccia-Isla Plana y el Parque Natural Regional de Porto Conte.
En un futuro rescataremos nuevas series de reportajes que nuestros lectores han apreciado y que están convencidos que reestrenarlas no sólo merece la pena, sino que además es muy recomendable.
A lo largo de la vida, le pueden resultar a uno de una gran utilidad una gran cantidad de datos. A menudo sucede que la utilidad de un dato en cuestión no se revela hasta el momento oportuno. Por ejemplo, ¿en qué pueblo de España se despiertan primero? ¿En qué pueblo ven primero salir el sol? Es una pregunta muy propia del trivial, casi ociosa, pero que hoy es motivo de esta entrada. La localidad española donde primero ven salir el sol, por ser la más oriental, es Villacarlos, en la isla balear de Menorca. La localidad española más oriental se encuentra a unos 3 km de Mahón, que es la capital administrativa de la isla desde el siglo XVIII, cuando la isla estuvo varias décadas bajo control británico. Además, apenas unos 10 km separan la localidad del aeropuerto de la isla, de modo que nunca exageraremos al decir que en España es posible tomar un avión hacia el amanecer. En la actualidad, Villacarlos se conoce también con el nombre de Es Castell, que proviene del catalán mallorquín, el idioma cooficial de la isla.
Localización de Villacarlos en Menorca (Google maps).
Perspectiva de oeste a este. En primer término Mahón y su puerto natural. Un poco más al este, Villacarlos, casi en la boca de la ensenada. Foto de Paucabot, W. Commons.
Es Castell disfruta de una posición estratégica privilegiada, ya que se encuentra a la entrada de la bahía de Mahón. Por este motivo, se construyó un importante castillo en el siglo XVI por orden de Felipe II, ya que en aquel entonces el peligro de las armadas turcas y los piratas berberiscos era un riesgo constante para las islas Baleares y en general para las costas peninsulares mediterráneas. El castillo de San Felipe de Mahón, que hoy está en ruinas, pertenece al Patrimonio Histórico de Menorca, en atención a la importancia que tuvo para la defensa del puerto de Mahón y las comunicaciones con Italia. La construcción de la fortaleza permitió a Mahón vivir una cierta prosperidad, ya que muchas personas se mudaron a la zona en busca de la protección del fuerte, que convirtió uno de los puertos más protegidos del Mediterráneo en un puerto casi inexpugnable.
Plaza del Ayuntamiento de Es Castell. Foto de Wikimedia Commons.
Puerto de Mahón. Foto de Carles Garcia-Roca, Wikimedia Commons.
Proximidades de Es Castell. Foto de Jbr, Wikimedia Commons.
La playa de Es Grau, al norte de Mahón y Es Castell (Google maps).
Cada 24 y 25 de julio se celebran las fiestas patronales de Es Castell, cuyo patrón es Sant Jaume. En estos festejos, los caixers —jinetes— hacen bailar a los caballos y les hacen saltar levantando los cuartos delanteros… Mientras los diferentes festejos tienen lugar, la bebida típica de Baleares, la pomada, riega de sol a sol los cuerpos y las almas de los asistentes. Por cierto, la pomada se realiza con una parte de ginebra típica de la isla de Menorca (Xoriguer) y dos limonada; se sirve muy fría, a veces en granizado. Además en la zona hay unas calitas y playas preciosas que hacen de Es Castell un destino bastante completo, como la cala Caldés, la cala de Sa Torreta, la cala de Sant Esteve, la cala Macar de Binillautí, la cala Mesquida o la playa de Es Grau. Para rematar lo completo del destino amén de la interesante naturaleza que hay en los alrededores de Mahón. No hay que olvidar que la Unesco declaró a la isla de Menorca Reserva de Biosfera el 8 de octubre de 1993.
Anécdota. La localidad de Villacarlos ha tenido diversos nombres oficiales a lo largo de la historia, producto de los avatares guerreros del siglo XVIII. Cayó en manos de la pérfida Albión durante la Guerra de Sucesión española, y ellos serían los que llamaron Georgetown, a Villacarlos. Entre 1756 y 1763, pasó a control francés con motivo de la Guerra de los Siete Años, para pasar de nuevo a Gran Bretaña en virtud del Tratado de París (1763). En 1782, en el trasfondo de la Guerra de la Independencia de EE.UU. (1775-1783), fuerzas españolas y francesas toman prisioneros a 3.000 británicos y recuperan el control de la isla sin pegar prácticamente un tiro. En ese momento, Villacarlos adoptó el nombre de Real Villa de San Carlos, en honor al rey Carlos III de España. Entre 1798 y 1802 volvió a manos británicas, que rebautizaron el pueblo como Sant Jordi, en atención al antiguo nombre Georgetown. Tras la firma de la Paz de Amiens (1802), la isla retornaría definitivamente a España.
En costa o en tierra, los acantilados siempre constituyen imágenes sobrecogedoras para el ser humano. Sentarse sobre el borde mientras observamos cómo se precipita nuestro vértigo por sus paredes verticales, postrarnos ante las infinitas paredes que escamotean el horizonte, cautivarnos ante su magnitud violenta nos recuerda que no necesitamos salir al espacio exterior para aprehender nuestro tamaño en el universo. El saltador supersónico y estratosférico Felix Baumgartner que disparó las consultas de turismo espacial y la agencia de viajes on–lineDestinia, que comercializa viajes espaciales, no gozarían de la misma repercusión mediática si todos meditáramos nuestro tamaño relativo ante los mayores acantilados del mundo.
Hay que reconocer que la redondez terráquea y las paredes de piedra cortadas verticalmente o a plomo no son paisajes equivalentes; pero, si no es más rico quien más tiene, sino el que menos necesita, entonces la mayoría nos conformaríamos con juzgar nuestro rol en el universo frente a los acantilados infinitos diseminados por las latitudes del Planeta. Como es natural, frente a un acantilado de estas dimensiones no es necesario plantearse sistemáticamente la proporcionalidad del hombre en el universo, porque desde antiguo sabemos que el hombre es la medida de todas las cosas, una circunstancia que permite limitar nuestra percepción de los acantilados al simple y sencillo deleite de los sentidos. Un deleite, por cierto, imborrable.
Acantilado de las cataratas Ángel, en el Parque Nacional de Canaima, considerado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1962. Foto de Yosemite, Wikimedia Commons.
Los acantilados de Los Gigantes en Tenerife presentan paredes verticales que varían entre los 300 y los 600 metros de altura. Los guanches llamaban a esta impresionante formación geológica «las Murallas del Infierno». Foto de Porao, Wikimedia Commons.
Los acantilados de Gocta son uno de los destinos turísticos más visitados del Perú. La catarata de Gocta tiene el mérito de ser la décimo quinta del mundo por metros de altura (771 m.). Foto de Elemaki, Wikimedia Commons.
Los acantilados de Bight Marine Park se encuentran en el interior del Great Australian Bight Marine Park, cerca de Adelaide. Foto de Nachoman-au, Wikimedia Commons.
Acantilados de Zuytdorp, en la costa occidental de Australia, se extienden a lo largo de 150 kilómetros. El nombre de Zuytdorp, holandés, proviene del nombre del barco de la Compañía de las Indias Orientales (VOC) que naufragó frente a ellos en 1712. Foto de Kevin (Flickr), Wikimedia Commons.
El famoso «ojo de aguja» de los acantilados de Étretat. Foto de Urban, W. Commons.
La naturaleza es como un niño: sus obras son el resultado de un capricho. Y en todos los acantilados infinitos que hemos recogido en esta entrada, podemos comprobar cómo, sin orden ni concierto, cada agente de la naturaleza trabaja libremente para dar a nuestros sentidos la sensación de disfrutar al máximo de unas caprichosas formas, todas irrepetibles, como obras de arte literarias.
En esta entrada hemos citado dos cataratas que se encuentran en distintos acantilados americanos. Próximamente hablaremos de las cataratas más admirables del mundo.
En la zona meridional de la República Checa, a unos 170 kilómetros al sur de Praga, se encuentra una pequeña ciudad que concentra el estilo de las ciudades medievales de Europa central. Se llama Český Krumlov y desde el siglo XIII la ciudad fue recogiendo en sus monumentos las diferentes corrientes artísticas europeas de forma que actualmente constituye el único ejemplo intacto de la evolución que se produjo desde la Edad Media, hasta el Renacimiento primero y el Barroco después. En esta ciudad tuvieron residencias importantes personalidades de la política internacional europea en estos siglos, desde la familia Rosenberg a la dinastía Habsburgo, la familia Eggenberg y, por último, los Schwarzemberg (uno de sus más famosos representantes fue Carlos Felipe de Schwarzenberg, que ganó a Napoleón la decisiva batalla de Leipzig en 1813). Es, por tanto, una ciudad de abolengo para viejas estirpes centroeuropeas de abolengo, circunstancia que favoreció la producción de una gran calidad arquitectónica en las citadas expresiones artísticas. Pero Český Krumlov no representa únicamente un patrimonio monumental extraordinario: en sus cercanías también se puede disfrutar de la naturaleza centroeuropea como el Parque Nacional de Šumava, el mayor de la República Checa y ubicado en el espectacular entorno que existe entre las fronteras de Austria, Alemania y República Checa.
Localización de Český Krumlov (Google maps).
Panorama de Český Krumlov. Foto de Pudelek, Wikimedia Commons.
Una ciudad con tal encanto no podía tener otro destino que el de convertirse tarde o temprano en Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. En 1992, la organización internacional la incluyó en su selecta lista con el pretexto de que se trata de «un excepcional ejemplo de pequeña ciudad medieval de Centroeuropa cuyo patrimonio cultural se ha conservado intacto gracias a su pacífica evolución durante más de cinco siglos». A lo largo de este tiempo, la ciudad fue evolucionando de manera que, si al principio se encontraba concentrada en un pequeño recodo del río Vltava, lo que se corresponde estrictamente con el casco viejo de Český Krumlov, más adelante el casco urbano fue creciendo hacia el este y cruzando el río en lo que se conoce como el barrio de Latrán. Caminar por una ciudad como esta se parece a pasear a través de un antiguo cuento de hadas con una gran cantidad de edificios que nos remiten a siglos atrás, cuando los grandes señores y los grandes villanos compartían espacios en unos pocos metros cuadrados.
Plaza central de la localidad. Foto de Ondřej Koníček, W. Commons.
Calle típica de la ciudad. Foto de Jerzy Strzelecki, W. Commons.
Castillo de Český Krumlov. Foto de Meho29, Wikimedia Commons.
Iglesia de San Vito. Foto de Hu Totya, Wikimedia Commons.
Quizá la obra de arte más famosa y visitada sea el castillo de Český Krumlov, que resulta bastante imponente por el contraste de tamaño que tiene con respecto al casco viejo. De hecho, se trata del segundo mayor castillo de la República Checa después del castillo de Hradčany, en Praga. Una vez dentro del castillo se podrán visitar varias estancias y salones, pero sin duda una de las vistas más bellas que ofrece al viajero es el jardín, cuyo recargado estilo se acoge a los alambicados principios urbanísticos del rococó. En el castillo también se encuentra la iglesia de San Vito, que data de principios del siglo XV y que anticipa el estilo alto gótico en sus preciosas cúpulas, aunque también son dignos de mención los únicos frescos que decoran las paredes. Además, el castillo también alberga un teatro de estilo barroco construido entre 1680 y 1682 y que todavía se encuentra en uso, aunque, debido a su antigüedad, solo se admiten tres representaciones al año.
Patio interior del castillo. Foto de Jorge Valenzuela A, Wikimedia Commons.
Jardines del castillo. Foto de Jorge Valenzuela A, Wikimedia Commons.
Hay que sumar a todos estos atractivos que Český Krumlov es un importante centro cultural en la República Checa, ya que acoge una gran cantidad de festivales y eventos variados. El más conocido de los eventos es el Festival de la Rosa de Cinco Pétalos, en el solsticio de verano, en el que la ciudad se viste de Edad Media, con artistas, caballeros, músicos medievales… También es reseñable el Festival de Música de Český Krumlov, entre julio y agosto, que atrae una abundante variedad de géneros musicales…
Según el último comunicado de prensa de la Organización Mundial del Turismo (OMT), el turismo internacional ha logrado en 2012 «mantener su capacidad de resistencia», a pesar de la incertidumbre económica reinante en el mundo. Esta organización estima que se superará por primera vez en la historia la cota de los 1.000 millones de llegadas de turistas internacionales en 2012, lo que refuerza al sector del turismo como una de las industrias más importantes a escala mundial —¡Ya en 2011 los 1,2 billones de dólares que se ingresaron por turismo internacional representaron el 6 % de las exportaciones mundiales!—. Las regiones donde se registró un mayor aumento de las llegadas turísticas en lo que va de año fueron Asia-Pacífico (+8 %), África (+7 %), América (+5 %) y Europa (+4 %)…
No obstante, todas estas cifras son provisionales y habrá que esperar a comienzos de 2013 para disponer de los datos reales. Por este motivo, vamos a realizar un repaso de los principales hitos del turismo mundial en 2011 —¡El número de llegadas internacionales batió récord histórico al alcanzar los 990 millones!—, lo cual nos permitirá tomar el pulso del turismo internacional en el entorno de crisis económica en el que estamos inmersos.
Recogemos los hitos del turismo internacional en 2011 en la siguiente infografía interactiva: hay que pulsar en las fechas para observar los cambios estadísticos y posicionar el ratón sobre los gráficos para visualizar las cifras. Los datos han sido tomados del informe anual «Panorama OMT del turismo internacional».
¿Y en España?
Varios son los avatares que han zarandeado al sector turístico en 2012, aunque continúan advirtiéndose diversas tendencias que se consideran positivas. Si, por un lado, ha aumentado la tasa del IVA hasta el 10 por ciento, ha caído la ocupación hotelera y ha descendido el gasto por turista, por otro se ha incrementado el flujo de turistas internacionales que viajan a España, la balanza turística —la diferencia que hay entre el gasto que los turistas extranjeros realizan en España y el gasto que los turistas españoles realizan en el extranjero— sigue produciendo superávit y los alojamientos extrahoteleros continúan notando un aumento de la demanda. Prácticamente todos estos síntomas estuvieron presentes en la campaña de 2011, pero en el presente ejercicio se están acentuando, según el informe Coyuntur del tercer trimestre de 2012 elaborado por el Instituto de Estudios Turísticos.
El 11 de abril de 1814, un enrabietadamente derrotado Napoleón firmó con las potencias de la Sexta Coalición el tratado de Fontainebleau, en virtud del cual renunciaba a la soberanía de Francia e Italia y aceptaba marcharse al exilio en la famosa isla de Elba, que había sido nombrada ex profeso Principado de Elba. Elba se encuentra en el mar Mediterráneo, entre Córcega e Italia, a unos 10 km de la costa de Livorno —en la región de Toscana— y pertenece al Archipiélago Toscano. Este incluye otras porciones de tierra como la isla de Montecristo —la famosa isla de El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas—, la isla de Giglio, la isla de Giannutri, la isla de Pianosa, la isla de Capraia y la isla de Gorgona. La superficie de Elba es de 225 km², su monte más elevado, el monte Capanne, alcanza los 1.000 metros de altura y la población total de la isla supera los 30.000 habitantes. Portoferraio es el puerto más importante y el lugar al que arriban los ferris procedentes del continente, así como la localidad con más turistas.
Localización de la isla de Elba (Google Maps).
Si describiéramos la isla de Elba en unas pocas pinceladas, tendríamos que decir es una preciosa isla Mediterránea de amaneceres cobrizos y atardeceres de bronce, poblada de pequeñas fortalezas —algunas con el encanto decadente de las ruinas— y pequeñas localidades que recuerdan a las de las islas del Egeo. Elba y las islas de alrededor conservan esa especie de atmósfera estática del Mediterráneo viejo y, en atención a ello, el Gobierno italiano nombró a la isla de Montecristo y sus alrededores como Parque Nacional del Archipiélago Toscano. Esta antigua estampa nos ayuda a imaginar qué misión llevó a Jasón y a sus Argonautas a recalar en ella durante su periplo o qué urdió Ulises al columbrarla. Ya en la parcela de la Historia, se sabe que la isla estuvo en manos de griegos, etruscos, cartagineses y romanos, e incluso durante los siglos XVII y XVIII en poder de España, que hasta fortificó el puerto de una de las localidades con más encanto de la isla: Capoliveri. Luego se convertiría en el Principado de Elba, para que allí se exilase Napoleón, y hacia 1860 se integraría en la unión italiana, en la región de la Toscana. Es una isla pequeña pero con una gran historia.
Panorámica de Portoferraio. Foto de Nova77, Wikimedia Commons.
Playa en Portoferraio. Foto de www.elbareservation.com, W. Commons.
Calle de Portoferraio. Foto de Giantao88, Wikimedia Commons.
Turismo de veraneo y relax
La isla de Elba se divide en ocho municipios que han conservado un cierto sabor histórico a pesar de la destrucción sufrida durante la II Guerra Mundial, primero por los alemanes y posteriormente por los bombarderos aliados. Estos municipios son: Campo nell’Elba, Capoliveri, Marciana, Marciana Marina, Porto Azurro, Rio Marina, Rio nell’Elba y Portoferraio, que, como hemos dicho anteriormente, es el municipio que podríamos denominar como el más turístico de todos. En Campo nell’Elba hay una de las playas más bonitas de la isla, metida en una pequeña bahía de arena blanca bañada en aguas cristalinas. Marciana, por su parte, está en medio de unos cerros que caen al mar y Marciana Marina podría considerarse como el puerto de Marciana, ya que se encuentra frente al mar. El submarinismo, en las aguas puras y cristalinas de Elba también es una actividad turística muy frecuente para quien pase unos días en la isla.
Marciana. Foto de Bruno Barral, Wikimedia Commons.
Marciana Marina. Foto de Samoano, Wikimedia Commons.
Playa de Campo Nell'Elba. Foto de philiTizzani, Wikimedia Commons.
Dado que el tipo de turismo que se desarrolla en la isla es principalmente de veraneo y relax, pasar el día en una de las diez estupendas playas que hay en la isla de Elba es la opción más habitual. Es también muy frecuente practicar senderismo porque es la mejor forma de descubrir las huellas que cada etapa de la historia ha dejado en la isla: desde las cuevas prehistóricas, los viejos y derruidos fuertes etruscos, las antiguas canteras romanas de granito, los pueblos saqueados en las incursiones sarracenas que jamás se reconstruyeron. También hay rutas que atraviesan las zonas montañosas y más agrestes de la isla. Todas están clasificadas en función del nivel de dificultad y varias de ellas conducen hasta la cima del monte Capanne.
Monte Capanne. Foto de Contradictus, Wikimedia Commons.
Orografía de la isla de Elba. Foto de Mjobling, Wikimedia Common.
Hay que mencionar que en la isla se elaboran unos vinos interesantes, muchos de ellos resultado del impulso que Napoleón imprimió a la industria vitivinícola de la isla. Los vinos de Elba son muy ricos: se caracterizan por un sabor algo ácido y un tono picota, algo ásperos en su paso por la garganta. Por cierto, ahora que retomamos el hilo de Bonaparte también hay que decir que se conservan todavía las dos villas del viejo emperador francés: la Villa dei Mulini y la Villa de San Martino —esta última se ha transformado en museo.
Napoleón quedaría recluido en Elba durante unos 10 meses hasta que, para evitar que los británicos le enviasen a la isla de Santa Elena —perdida en mitad del Atlántico— y aprovechando el desplome de la popularidad de Luis XVIII, partió hacia la costa mediterránea francesa. Desembarcó en Antibes para marchar hacia Grenoble y de allí a París para recuperar el poder. Solamente lo mantendría Cien Días, hasta que los prusianos y los británicos lo derrotaron en los campos de Waterloo un 18 de junio de 1815.
Cada vez más, la industria turística dedica una parte importante de sus esfuerzos a conseguir que el cliente se lleve de vuelta a casa experiencias únicas, de esas que quedan grabadas y más adelante vuelven a la memoria con gran disfrute. Cada vez más, los hoteles buscan generar en sus huéspedes una experiencia positiva y grata al recuerdo, pero no solamente por el trato exquisito que se dispensa al cliente, los detalles y amenities que transforman las vivencias en la habitación o una sofisticada calidad gastronómica. También se pueden generar sensaciones positivas a través de un conjunto de factores que tienen que ver con el entorno del hotel y que convierten una experiencia anodina en un éxtasis para los sentidos.
Entre los elementos a los que recurren los hoteles para proporcionar estas experiencias está lo que conocemos vulgarmente por «unas vistas preciosas y excepcionales». Grosso modo, un establecimiento inmerso en un entorno natural o urbano que proporcione las mejores vistas del mundo… Porque, al dormirse, lo último que siente un cliente en periodo de vacaciones es el paisaje que rodea al hotel, los olores que lo envuelven, el caprichoso horizonte que se proyecta frente a él. Al levantarse, lo primero que contempla es esa luz que cada paralelo terrestre colorea de una tonalidad distinta, ese paisaje extraño y atractivo que rápidamente se asocia a las sensaciones vacacionales y, quizá, también ese olor salino de océano o ese mar que puede escucharse casi sin aguzar el oído.
La industria turística se ha preocupado de vender durante los últimos años a sus clientes esta clase de experiencias. Es un tipo de acción que se explica por la cada vez más importante estrategia de fidelización de clientes en el segmento hotelero: «Que vivan una experiencia única y en el momento de check out tengan ganas de repetirla». ¿Cómo errar ese disparo cuando lo primero que ves al despertarte y lo último que ves al dormirte son estos espectaculares horizontes? Conozcamos 12 hoteles que pueden presumir de ofrecer a sus huéspedes las mejores vistas del mundo…
El lector puede descubrir otros muchos hoteles con excelentes vistas —aunque no tan «únicas» como las aquí seleccionadas— en esta dirección de la revista de viajes de lujo Condé Nast Traveler.