Cementerio pirata de Île Sainte-Marie, en Madagascar

28 de noviembre de 2013 por Paco Almádena · 1 Comentario · África, Aventura, Cultura, Curiosidades, Europa, Madagascar, Naturaleza, Playa, Turismo, Viajes

Después de haber hablado un poco en la anterior entrega de 2.0 Viajes acerca de los vikingos, una de las civilizaciones más piráticas de la historia, por detrás de los británicos, y del alucinante festival de Up Helly Aa de las islas Shetland, en esta ocasión nos hacemos eco del único cementerio pirata de todos los tiempos: el cementerio pirata de la isla de Santa María, isla que los pobladores locales también llaman Nosy Boraha. En la actualidad, este lugar se ha convertido en una de las atracciones turísticas más visitadas de la isla. Esto no es de extrañar porque, a pesar de la canallesca vida de estos desaprensivos delincuentes, la propaganda anglosajona actual ha logrado transmitir acerca de ellos una imagen de libertad, romanticismo, simpática ilegalidad y el derecho legítimo a tomarse la justicia por su mano, si presuntamente es por un propósito justo. Con todo, el lugar en sí, por lo remoto y escondido de su ubicación, y por esa indudable atracción que despierta hoy en día la imagen de los piratas, realmente lo convierten en un lugar curioso de ver.

Ubicación de la isla de Santa María, Madagascar

Île Sainte-Marie, o isla de Santa Maria (Google maps). Clic para ir al mapa.

Playa de La Crique, en ile de Sainte-Marie

La playa de La Crique es una metáfora de las costas de estas islas. Parece que los piratas no elegían mal sus refugios.

El cementerio de piratas de Île de Sainte-Marie es un pequeño espacio donde se concentran varias sepulturas de aspecto occidental entre palmeras tropicales. Aunque la mayoría de ellas tienen inscripciones, por lo que parece, ninguna de ellas alberga los restos de los cabecillas que realizaron en esta zona del mundo cuantas tropelías quisieron. No hay rastro de personajes de la última década del siglo XVII –los más activos y crueles–, de la calaña William Kidd, Robert Culliford, Henry Every, Abraham Samuel o Thomas Tew, ni tampoco de otro de los crueles personajes que mortificó las rutas de comercio que atravesaban la zona: el francés Olivier Levasseur. A pesar de todo ello, hay que reconocer que el lugar conserva un encanto único y que la atmósfera de misterio que lo rodea es inequívocamente atractiva. Cualquiera de las personas que lo han visitado siempre recomienda acercarse hasta allí. ¡Encontrar un cementerio de corte occidental en un lugar tan remoto es verdaderamente increíble! Además, en la isla también se puede disfrutar de sus paradisíacas playas, del avistamiento de ballenas jorobadas y del submarinismo alrededor de sus ricos corales.

Cementerio pirata de Madagascar, Île Sainte-Marie

Foto: JialiangGao (www.peace-on-earth.org, CC BY-SA 3.0).

Cementerio pirata de isla de Santa María, Madagascar

Foto: Antony, Wikimedia Commons (CC BY-SA 2.0).

Y es que los piratas, a pesar de llevar una vida perra y cruel, gustaban de asentarse en lugares que hoy en día son considerados, sobre todo, paradisíacos. Todos unos sibaritas, aunque sus modales les delataban rápidamente. Pero, ¿por qué este rincón del mundo se convirtió en un nido de los peores piratas de finales del siglo XVII? Como siempre, hay que indagar en los motivos económicos para entender los porqués: las naciones europeas que tenían factorías en Oriente y el Índico, sobre todo Portugal, Holanda, Gran Bretaña y Francia –España realizaba la ruta de Manila, en Filipinas, a Acapulco, en México– debían atravesar el canal de Mozambique –entre Madagascar y Mozambique– y doblar África por el cabo de Buena Esperanza para realizar el viaje de vuelta hasta Europa, y viceversa, cargados con mercancías y riquezas. De esta forma, la isla de Santa María se convertía en una base de operaciones estupenda para asaltar cualquier barco. Y no solo esto: la isla no sólo proveía de una interesante ventaja estratégica para los rápidos navíos de los piratas, sino también de bahías y ensenadas muy protegidas contra temporales, una gran cantidad de frutas y un clima benévolo. ¡Arrr!

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