El Ministerio de Asuntos Exteriores español (MAEC) recomienda a los ciudadanos españoles no viajar a Malí mientras continúe la situación de golpe de Estado en la que está sumido el país desde el pasado miércoles 21. «Se aconseja totalmente abstenerse de viajar a este país en las presentes circunstancias y [se aconseja] a aquellos españoles residentes o de paso en Malí que permanezcan en sus domicilios y, si no lo han hecho ya, se pongan en contacto con la Embajada de España en Bamako», advierte el Ministerio en el apartado de notas importantes de la ficha de recomendaciones de viaje a Malí.
El pasado 21 de marzo se produjo un golpe de estado que ha depuesto al presidente de Malí, Amadou Toumani, y la inestabilidad se ha apoderado del país a pesar del toque de queda indefinido, que entró en vigor el pasado sábado. Tanto las fronteras como el espacio aéreo se han cerrado y todas las aerolíneas han suspendido sus vuelos a Malí —desde España, en concreto, no hay vuelos directos tras la quiebra de Spanair.
Antes de que el pasado jueves hiciera público el consejo de no viajar a Malí, el MAEC ya presentaba unas recomendaciones de viaje bastante estrictas en las que advertía de la presencia de elementos islamistas en varias regiones del país que proyectan el secuestro de occidentales. En concreto, las regiones de máximo riesgo determinadas por el ministerio son Tombuctú, Gao y Kidal, en el norte de Malí, así como el país dogón, Mopti, Djenné Kayes, Koulikoro y Ségou. Precisamente algunos de estos lugares a los que el MAEC recomienda no ir son Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, porque Malí tiene cuatro lugares Patrimonio de la Humanidad de la Unesco:
Las ciudades antiguas de Djenné: ciudad eslabón en la ruta transahariana del oro, Djenné conserva unas 2.000 viviendas tradicionales.
Tombuctú: durante los siglos XV y XVI asistieron a su gran auge, con la creación de la universidad coránica de Sankoré y las mezquitas de Djingareyber, Sankoré y Sidi Yahia.
Farallones de Bandiagara (País de los dogón): la orografía y el paisaje de la meseta de Bandiagara, así como sus construcciones tradicionales son únicos del África Occidental. En ocasiones, esta denominación Patrimonio de la Humanidad adopta la forma de Acantilados de Bandigara —aunque es semánticamente incorrecto y, por tanto, preferible la voz «farallones».
La tumba de los Askia: es una tumba piramidal de 17 metros de alto de los reyes de la dinastía Askia del siglo XVI, construida en 1495 por el emperador de Songhai Askia Mohamed, la ciudad de Gao.
Es una lástima que sea tan complicado viajar a estos bellos países africanos, tan desconocidos, tan virginales aún. Para más inri, tras la quiebra de Spanair, ninguna aerolínea española vuela directamente a Bamako, a la capital de Malí. Sí hay enlaces aéreos, por ejemplo, desde Francia. Dejamos un vídeo a modo de «protesta» contra la inestabilidad en estos países, que impide a los viajeros más empedernidos disfrutar de sus magníficas posibilidades turísticas, sus increíbles lugares, sus bellas gentes.
A unos 60 kilómetros al sureste de Córdoba y unos 130 al suroeste de Baeza, localidad jienense que tratamos en la anterior entrada, se encuentra el pueblo de Baena, ya en la provincia de Córdoba. Es la tercera joya de este collar andaluz que hemos querido retratar en 2.0 Viajes con el fin de difundir y homenajear a tres localidades —Úbeda, Baeza y Baena— que, aunque poseen una cierta fama general, no dejan de quedar en un pequeño rincón de la memoria de la mayoría de la gente, que al final termina posponiendo el visitarlas en favor de otros destinos más conocidos… Realmente es una lástima, porque muchas veces escogemos irnos lejos para ver cosas maravillosas, distintas, valiosas, y sin embargo en la misma España se pueden encontrar lugares de excepcional belleza cuya visita resulta imprescindible para cualquier viajero empedernido. La localidad de Baena, a diferencia de Úbeda y Baeza, no forma parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, pero conserva un patrimonio artístico y monumental de primer orden, entre calles estrechas que recuerdan el urbanismo medieval.
Baena se derrama por las faldas de un promontorio, mirando a los olivares. Foto de Luis Eduardo P Tavares (Flickr), Wikimedia Commons.
Las paredes blancas y los techos ocres de Baena, sobre el fondo verdiazul del campo. Foto de Luis Eduardo P Tavares (Flickr), W. Commons.
La plaza del castillo y la réplica de la leona de Baena, en la plaza de la Almedina. Foto de Luis Eduardo P Tavares (Flickr), W. Commons.
Parte trasera de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora La Mayor. Foto de Luis Eduardo P Tavares (Flickr), Wikimedia Commons.
Al igual que Úbeda y Baeza, la historia de Baena hunde sus raíces en la época prehistórica y en la época de la civilización tartésica e íbera. A esto se suma una notable presencia romana en la región, donde además se libró la gran batalla de Munda, entre las legiones de Julio César y las de Tito Labieno, uno de los partidarios de Pompeyo. Toda esta actividad histórica a lo largo de los siglos ha quedado muy bien reflejada en los restos hallados en el Parque Arqueológico de Torreparedones o Torre de las Vírgenes —ver vídeo*—, donde se han excavado preciosos objetos funerarios ibéricos, como la leona de Baena, así como partes de un castillo y un santuario que se han convertido en testigos excepcionales de la historia de la región. De los romanos quedan en un estado de conservación excepcional un mercado, un foro y unas termas que permiten visualizar el modus vivendi romano en su antiguo esplendor. Más adelante, las cronologías de la Historia dan por sentado que la actual ubicación de Baena fue decidida por los musulmanes. Los cristianos de Fernando III el Santo reconquistaron sin violencia el enclave en el año de 1240. El momento de mayor esplendor de la localidad, al igual que sucedió con Baeza y Úbeda, tendría lugar durante el siglo XVI, cuando se viviría un momento de crecimiento demográfico y económico espectaculares. Más adelante, Baena entraría en un proceso de lento declive que no se detendría hasta la entrada del siglo XX para remontar ligeramente en los últimos años con la llegada de diferentes fábricas y el desarrollo de las almazaras a escala industrial.
La arquitectura religiosa de Baena tiene diversos ejemplos que destacan entre su patrimonio artístico y monumental. La catedral de Baena, llamada Iglesia Parroquial de Santa María la Mayor y que se yergue en medio de la Almedina de Baena, es quizá el templo de más valor patrimonial del pueblo hasta el punto de ser el único Monumento Nacional de Interés Histórico-Artístico. Otros templos, como la iglesia de San Francisco, tienen la catalogación simple de «monumento», aunque se pueden considerar auténticos tesoros arquitectónicos. Además de las iglesias, merecen mención turística la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles y la ermita de Nuestra Señora de los Remedios. Esta última está compuesta por una antigua torre de la muralla a la que se añadió el cuerpo principal del edificio; los baenenses vecinos de la ermita de Nuestra Señora de los Remedios muestran una gran devoción por ella y por las figuras que se exponen en su interior.
La moderna fachada de la casa consistorial de Baena se integra bien con el patrimonio artístico y monumental. Foto de Zarateman, W. C.
La Casa del Monte de Baena fue construida durante el siglo XVIII para diferentes usos, desde pósito a ayuntamiento. Foto de Zarateman, W. C.
Uno de los arcos que, callejeando, salen al paso del viajero en la Almedina. Foto de Luis Eduardo P Tavares (Flickr), W. C.
La Almedina de Baena se tejió con intrincadas y angostas calles. Foto de Luis Eduardo P Tavares (Flickr), W. C.
Pero quizá el patrimonio que tiene más interés en Baena sea el que se corresponde con la arquitectura civil. Al menos, este tiene varios ejemplos destacados. Dos de los más interesantes se encuentran en la céntrica plaza del Coso: el edificio del ayuntamiento —construido recientemente, pero cuyo diseño ganó el premio de arquitectura de Andalucía Occidental— y la original casa del Monte, que se construyó durante el siglo XVIII. Otro ejemplo interesante es la casa de las Tercias, que es donde se encuentra actualmente el Museo Arqueológico de Baena. Por otro lado, de la arquitectura militar de la ciudad los ejemplos más destacables son el castillo y el recinto amurallado de la Almedina, con sus respectivas torres. Precisamente un paseo por la Almedina equivale a trasladarse a un tiempo pasado y remoto, en el que el viajero, extrañado, merodea subiendo y bajando por sus estrechas y empinadas calles repletas de cristianos, moros y judíos. La nota anacrónica la pone una réplica de la leona de Baeza, que se alza majestuosa en la explanada del castillo…
Semana Santa y denominaciones de origen…
En Baena la Semana Santa tiene un elemento muy peculiar que la distingue del común de las semanas santas: «el judío». Los judíos forman dos grupos que se conocen como colinegros y coliblancos, voces que hace referencia al color de las crines que exhiben en los cascos. Los judíos van vestidos de época con camisas rojas y portando brillantes cascos y corazas; las centurias romanas, por su parte, imitan los atuendos de los soldados romanos. Aparte de esta curiosa representación, hay cofradías blancas y negras, cada una con sus pasos y procesiones. En el ámbito de las festividades de Baena, queremos añadir que el primer fin de semana de octubre se celebra otra fiesta típica de la localidad, la Feria Real, que dura cuatro días.
Como no podía ser de otra manera por estos lares, en Baena hay numerosos olivares que entregan uno de los mejores aceites. De hecho, existe una denominación de origen propia del aceite de oliva virgen de Baena. Así mismo, también se elabora un tipo de vino que pertenece a la denominación de origen de Montilla-Moriles, que hace tanto blancos como generosos.
Después de haber ilustrado las posibilidades turísticas de una ciudad tan increíble como Úbeda, en esta ocasión nos adentraremos en los recovecos de su hermana gemela Baeza —la próxima entrada tratará de la tercera joya andaluza: Baena—. Baeza es hermana gemela de Úbeda en cuanto a que comparten los mismos méritos arquitectónicos tan celebrados por la Unesco, la organización que estableció en 2003 la denominación de «Conjuntos monumentales renacentistas de Úbeda y Baeza» para ensalzar las maravillas arquitectónicas y el original desarrollo urbanístico renacentista que tuvo lugar en ambas localidades y que definiría completamente las líneas de la arquitectura hispanoamericana en la época colonial. Baeza está ubicada en la esquina meridional de la meseta de La Loma, donde se alzan las dos localidades gemelas, sobre unos cerros antaño amurallados que parece que fueron prácticamente inexpugnables durante las épocas medievales. Hoy, sin embargo, no se conservan las murallas, porque Isabel la Católica mandó arrasarlas para terminar con las contiendas nobiliarias entre los Carvajal y los Benavides, que arruinaban la región. En cualquier caso, sigue impresionando su ubicación, así como las vistas que tiene Baeza del Guadalquivir y que pueden apreciarse desde el cerro, conocido como el Cerro del Alcázar.
Captura de la representación virtual del patrimonio de Baeza de http://turismo.baeza.net/visitaBaezaCiudadDigital/inicio.html.
Al igual que Úbeda, Baeza tiene un sector intramuros y otro sector extramuros. Como no puede ser de otra manera, el sector intramuros es el núcleo de la ciudad y, por ello, el recinto en que se conserva un mayor número de edificios renacentistas. La plaza principal del casco antiguo es la plaza de Santa María, que parece que fue originada en la Baja Edad Media y que cuenta con destacadísimos monumentos. El principal de ellos es la catedral de la Natividad de Nuestra Señora, que se construyó sobre la antigua mezquita de la ciudad, que, según se dice, se construyó también sobre una antigua iglesia visigótica; además, como dato de enorme simbolismo para la iglesia católica, esta catedral fue el primer templo cristiano consagrado en Andalucía al calor de la reconquista castellana. Junto a la catedral se encuentran las Casas Consistoriales Altas, de estilo gótico, y lugar de reunión del concejo de la ciudad desde la Edad Media al siglo XIX, la fuente de Santa María frente a la catedral —está compuesta por una especie de arco del triunfo que pretende conmemorar el fin de las obras para que llegara el agua a la ciudad— y el Seminario de San Felipe Neri tras la fuente.
Catedral de la Natividad de Nuestra Señora. Foto de Zarateman, Wikimedia Commons.
El claustro de la catedral. Foto de Zarateman, Wikimedia Commons.
Retablo de la catedral. Foto de Zarateman, Wikimedia Commons.
Tanto detrás del Seminario de San Felipe Neri como detrás de la catedral se encuentran sendos palacios de hermosa factura. Detrás de la catedral se encuentran el palacio de Rubín Ceballos y los restos de la antigua iglesia de San Juan Bautista. El palacio más impresionante, sin embargo, es el que está detrás del Seminario, que es el palacio de Jabalquinto, el cual exhibe una exquisita fachada plateresca. Detrás de él se encuentra la antigua universidad de la Santísima Trinidad de Baeza —que fue una escuela teológica de gran prestigio y que hoy alberga las aulas de un instituto— y anexo a la universidad el Arco del Barbudo. Hacia el este de la universidad se encuentra otra serie de edificios relevantes arquitectónicamente hablando, todos ellos reunidos en torno a la preciosa plaza del Pópulo. Estos son la Audiencia Civil y las Escribanías, la puerta de Jaén y el Arco de Villalar, las Antiguas Carnicerías, el Hospital de San Juan Abad, el Balcón de la Ciudad, el pósito y la correspondiente Alhóndiga. Muy cerca se conservan algunos restos de la muralla medieval, así como los restos de un poblado de la Edad de Bronce que nos recuerdan que el ser humano quizá pase, pero sus actos dejan una huella indeleble durante milenios…
Fachada plateresca del palacio de Jabalquinto. Foto de Otiñar, Wikimedia Commons.
Torre de la vieja universidad de Teología de Baeza. Foto de Zarateman, Wikimedia Commons.
La fuente de los leones tiene un aire al patio de los leones de la Alhambra. Foto de Zarateman, Wikimedia Commons.
La antigua carnicería de Baeza ostenta el escudo de Carlos I de España. Foto de Zarateman - Wikimedia Commons
Los extramuros de Baeza
Si bien el casco antiguo ostenta este importante patrimonio histórico, la zona de extramuros tiene una veintena de edificios y rincones que dejan boquiabierto al viajero. La puerta de Úbeda, que integraba la antigua muralla y está cerquita de la iglesia de Santa Cruz, es un buen punto para comenzar recorrer las calles de Baeza. A mano izquierda se pueden contemplar el Colegio Santiago de la compañía de Jesús y la torre de los Aliatares, de factura musulmana erigida en el siglo XII. Perpendicular a la torre sale la calle donde se encuentran el palacio de los Salcedo, el palacio de Sánchez Valenzuela y la casa de los Acuña y la de los Cabrera; frente a ellas la iglesia de San Pablo, de estilo gótico erigida en los siglos XIV y XV. Precisamente en esta parte de la ciudad se encuentra el mayor número de edificios religiosos históricos: la iglesia de El Salvador, la iglesia de San Andrés, la iglesia de los Trinitarios Descalzos; y los conventos de San Antonio, de la Magdalena y de la Encarnación. Por último, junto a las ruinas de San Francisco, se encuentra el ayuntamiento y la antigua Casa de la Justicia.
Capilla del arruinado convento de San Francisco. Foto de Zarateman, Wikimedia Commons.
Paso de Semana Santa pasando por la torre de los Aliatares. Foto de Jflemus, Wikimedia Commons.
Balcón del Concejo de Baeza. Foto de Zarateman, Wikimedia Commons.
La Semana Santa en Baeza se vive con una pasión especial y una devoción muy intensas. Desde el Domingo de Ramos se celebran 19 procesiones y 33 pasos, lo que trasluce una arraigada tradición religiosa en la ciudad donde antaño hubo hasta una facultad de Teología llamada, con arrogancia y acierto, de la Santísima Trinidad. La riqueza de las procesiones y pasos de las cofradías de Baeza han merecido el reconocimiento del Ministerio de Educación y Cultura española, que nombró la Semana Santa baezana Fiesta de Interés Turístico Nacional en 1980.
El lector puede encontrar más información sobre Baeza y sus facetas turísticas en la página del Ayuntamiento de Baeza.
La variedad de España encuentra magníficos exponentes en casi todas sus latitudes. Siendo conocidas, aunque no siempre tan reconocidas como merecerían estas tres alhajas andaluzas, Úbeda, Baeza y Baena exigen cada una un post por separado. Las jienenses Úbeda y Baeza, que están separadas entre sí por unos 15 km de distancia, integran desde 2003 una de las denominaciones del Patrimonio de la Humanidad de Unesco para España: Conjuntos monumentales renacentistas de Úbeda y Baeza. Baena queda ya en la provincia de Córdoba, a 123 km de Úbeda y 110 desde Baeza.
En esta entrada vamos a ilustrar las posibilidades turísticas de Úbeda, una ciudad poblada por casi 40.000 personas que un grupo de arqueólogos españoles calificó de «ciudad más vieja de Europa occidental» cuando descubrieron que los restos más antiguos de los asentamientos encontrados en la región —en concreto el de las Eras del Alcázar— estaban datados en el sexto milenio a.C., cuando la humanidad se encontraba aún en la Edad de Cobre.
Ubicaciones de Úbeda (A), Baeza (B) y Baena (C) (Google maps).
Úbeda fue una población muy importante desde los tiempos de los íberos y también con los romanos, que la conocían como Baetula, y que disfrutaba de una estratégica posición en la jienense meseta de La Loma. Con el derrumbamiento del Imperio, los vándalos arrasarían la región de forma irreversible y Úbeda no recobraría su importancia hasta la refundación musulmana, acometida con el fin de apaciguar a los colectivos mozárabes que resistían en la zona a la represión islámica. Más adelante y tras la decisiva batalla de las Navas de Tolosa (1212), Úbeda será el centro de una zona de disputas entre moros y cristianos y sufrirá de nuevo los estragos de la guerra hasta que es conquistada por Fernando III de Castilla. Los fueros propios y privilegios que se otorgó a Úbeda en atención a su posición fronteriza serán en parte causa del auge que vivirá la ciudad a lo largo del siglo XVI, una pujanza que quedará plasmada en el impresionante patrimonio arquitectónico renacentista que recibió el reconocimiento de la Unesco en 2003. La ciudad se asienta sobre los cerros de la comarca de La Loma y se encuentra muy cerca de la sierra Mágina, junto a los valles altos del Guadalquivir.
Captura de la representación virtual del patrimonio de Úbeda de http://turismodeubeda.com/.
Medio centenar de monumentos ubetenses…
Úbeda tiene casi medio centenar de monumentos de gran valor histórico-artístico. La mayoría de ellos son renacentistas, aunque también los hay de otros estilos arquitectónicos que no desmerecen a los de línea renacentista. En cualquier caso, la mayor parte del patrimonio pertenece a la etapa del Renacimiento por una razón muy sencilla: Úbeda vivió en el siglo XVI su momento de mayor esplendor económico y cultural. La cifra exacta de los monumentos contemplados por la Unesco como «tempranos y excepcionales ejemplos de la arquitectura civil y el ordenamiento urbano del Renacimiento en España a comienzos del siglo XVI» es de 48, con notables exponentes en casi todos los tipos de construcciones, desde el convento de Santa Clara, o el pósito de cereales, hasta curiosos palacios como la Casa de las Torres. Del Barroco, sin embargo, apenas el único ejemplo es la iglesia de la Santísima Trinidad, que está pegada al palacio del marqués de Bussianos, pero que es un pequeño rubí en un collar de diamantes.
Palacio del Deán, a la izda, y frontal de la Sacra Capital, de frente. Foto de Nicoub93, Wikimedia Commons.
Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares. Foto de Daniel Villafruela, Wikimedia Commons.
El patio del palacio del Deán se caracteriza por Las esbeltas columnas que sostienen arcos de medio punto. Foto de Daniel Villafruela, W. Commons.
La fachada principal de la cárcel del Obispo refleja las exigencias de los nuevos cánones renacentistas. Foto de Daniel Villafruela, W. Commons.
La Plaza de Vázquez de Molina es el centro neurálgico de la población y el lugar donde se encuentran los ejemplos más arquetípicos tanto de la arquitectura como del urbanismo del Renacimiento en España, un modelo artístico y de desarrollo urbano que sería ejemplo para la arquitectura y el urbanismo desarrollados por los españoles en el Nuevo Mundo.
La disposición de los edificios de la plaza de Vázquez de Molina tiene forma de L y de ellos destacan la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, el gran palacio de Vázquez de Molina, frente a la iglesia, la cárcel del Obispo, que se ubica entre la iglesia y el vasto palacio del Marqués de Mancera, el palacio del Deán Ortega —hoy parador nacional—, que está tras el pósito y frente al palacio del Marqués de Mancera, así como la preciosa Sacra Capilla de El Salvador, junto al palacio del Deán. Conviene tener presente que uno de los personajes más importantes de la historia de Úbeda fue Francisco de los Cobos y Molina, secretario de Estado de Carlos I, y uno de los patrocinadores de las mejores obras renacentistas de la ciudad, entre ellas la Sacra Capilla y la original fuente veneciana, especie rara en la vieja Castilla aunque bien adaptada a su entorno…
La fuente veneciana fue una de las innovaciones que trajo Francisco de los Cobos, el gran benefactor de Úbeda. Foto de Daniel Villafruela, W. Commons.
Estatua de Andrés Vandelvira, uno de los arquitectos que concibieron la Úbeda renacentista. Foto de Nicoub93, Wikimedia Commons.
Fuera de la plaza existen otros edificios renacentistas, como el palacio de Vela de los Cobos, o el de Anguís Medinilla, el palacio de las Cadenas y de los Condes del Guadiana; entre los edificios religiosos del Renacimiento también son destacados ejemplos el ya citado convento de Santa Clara, el convento de la Concepción, la iglesia de San Pedro y la iglesia de San Isidoro. Ubicados justo en extremos opuestos de la ciudad, también merece la pena detenerse a escudriñar los detalles arquitectónicos de los dos antiguos hospitales de Úbeda: el hospital de los Honrados Viejos de El Salvador —junto a la Sacra Capilla— y el hospital de Santiago.
La plaza de Vázquez de Molina es el centro neurálgico de Úbeda. Foto de Mihael Grmek, Wikimedia Commons.
La iglesia de San Pablo se cree que tiene sus orígenes en tiempos visigóticos. Foto de Anual, Wikimedia Commons.
Puerta de Santa Lucía en las murallas de Úbeda. Foto de jmerelo, Wikimedia Commons.
El palacio de las Cadenas es Bien de Interés Cultural. Foto de Allie_Caulfield, Wikimedia Commons.
Las murallas de Úbeda también son muy llamativas. Hay tres puertas que todavía se conservan: la puerta de Granada, junto a las iglesias de Santo Domingo y de San Lorenzo, la puerta del Losal, de estilo islámico —junto al palacio del obispo Canastero—, y la puerta de Santa Lucía —en la foto. Por otro lado, a la altura de la iglesia de San Miguel, pero fuera del recinto amurallado, se encuentran las casas judías, que son una foto estática de cómo vivía esta comunidad religiosa antes del Renacimiento. También se conservan ejemplos de construcciones de otras minorías religiosas, como la casa mudéjar —esta dentro del recinto amurallado cerca de la casa de la Tercia—, que alberga el Museo Arqueológico de Úbeda.
Como no podía ser de otra manera en una tierra en la que tanto abundan las iglesias, las procesiones que tienen lugar aquí son otro de los atractivos que justifican el visitar Úbeda en fechas próximas: por ejemplo, se habla de la banda de romanos del jueves Santo como la más espectacular de España.
Para encontrar más información turística sobre Úbeda, se puede acudir a la página del ayuntamiento de Úbeda.
En los alrededores de Úbeda…
Al tratarse de una zona de poblamiento tan antigua se conservan interesantes restos de la época romana, en concreto la zona arqueológica conocida como «Úbeda la Vieja», que se corresponde con la antigua colonia romana de Salaria, y que se encuentra en una de las estribaciones de la loma donde se asienta Úbeda, a unos 15 km de la localidad moderna y a la derecha del Guadalquivir. Entre otras cosas, se conserva un lienzo del muro levantado en el siglo IV. También en el exterior del casco urbano se pueden ver diferentes puentes e iglesias, como la de San Bartolomé, así como el dolmen de Encinarejo.
Además de este aspecto monumental de los alrededores, Úbeda tiene en sus alrededores importantes conjuntos naturales tanto en los cercanos cerros de Úbeda, como en la sierra Mágina y la sierra de Cazorla, que se encuentra más lejos pero que también pinta el horizonte de Úbeda. Además, en la sierra Mágina se encuentra el Parque Natural de Sierra Mágina, que se extiende a lo largo de 19.900 hectáreas y que alberga una de las mayores alturas de la geografía española: el monte Almadén (2.032 metros de altitud).
La mayor altura de Mágina es el pico Mágina (2.167 metros de altura). Foto de Juan Diego Cano Cavanillas, Wikimedia Commons.
Gastronomía
Hasta finales de marzo tienen lugar las jornadas gastronómicas del Renacimiento en Úbeda, que se ambientan con música de la época y una decoración que trata de reflejar el ambiente del Renacimiento. Aparte de esta peculiar fiesta, quizá el producto que mejor represente a la cocina ubetense sea el aceite de oliva —¡No olvidemos que se encuentra en Jaén!—, pero los platos típicos de ciudad son el ochío —torta de aceite con pimentón—, los andrajos —tortas de harina guisadas con tomate, pimiento rojo, ajo y cebolla, con pescado como el bacalao o carnes como el conejo— y los hornazos de Semana Santa. Por cierto, en Úbeda se mantiene la filosofía de la tapa gratis, que se sirve con cada consumición.
El monte Nemrut se encuentra en Turquía, en los kilómetros finales de la península de Anatolia, pues pertenece a la cadena montañosa de Tauro, que la delimita. En este monte, el más elevado de la provincia con 2.134 metros de altitud, se encuentra un conjunto de esculturas arruinadas de dioses griegos que fueron esculpidos con elementos artísticos que mezclaban rasgos persas con rasgos griegos. Desde 1987, el monte Nemrut forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Pero las estatuas de dioses de Nemrut Dağ —como dicen los turcos— o Nemrut Dagi no pertenecen a un templo tradicional helénico, sino que se trata de un ambicioso mausoleo ideado por el rey Antíoco I del pequeño reino de Comagene, que se extendía entre el norte de Siria y el Éufrates, sobre una región montañosa pero fértil de paisajes escarpados en las cumbres y verdes en los valles. Estos reyes, sátrapas y gobernantes de las dinastías helénicas solían tener una ascendencia híbrida greco-persa, un hecho que es representado en las estatuas de los dioses del monte Nemrut a través de la fusión de rasgos de ambas culturas. Estas estatuas constituyen un buen ejemplo de la capacidad sincrética de ese Helenismo que nacería en Asia allá por el cuarto siglo antes de Cristo al calor de las conquistas de Alejandro Magno y de la cultura que traían consigo el ejército greco-macedonio.
Foto de Florian Koch, Wikimedia Commons.
Cima del monte Nemrut, con el túmulo funerario de Antíoco I. Foto de saipal, W. Commons.
Este conjunto de esculturas, hoy decapitadas, se encargaría de proteger el mausoleo de Antíoco I de Comagene, que rigió los destinos del modesto reino de Comagene hasta el 34 a.C. —a lo largo de 35 años—. Antíoco I hizo de la provincia un reino independiente aprovechando la disolución definitiva de los reinos de los diádocos. El propio Antíoco I de Comagene pensaba, o al menos así lo proclamó entre sus súbditos, que era descendiente de los fundadores de las diversas dinastías alejandrinas, y que en ese sentido tenía un cierto origen divino. Por ello, y para demostrar que estaba un poco más cerca de los dioses que de las gentes, el rey ordenó construirse el mausoleo en la cima del alto monte Nemrut: Antíoco afirmaba que era descendiente de Dario III por parte de su padre Mitrídates y de Alejandro Magno por parte de su madre Laodice…
Los dioses de Nemrut y su colocación tienen un aire a los moái de la Isla de Pascua. Foto de onur kocatas (Flickr), Wikimedia Commons.
Nemrut fue dañado seriamente por partidarios de la herejía iconoclasta. Foto de Klearchos Santorini, Cyclades, Greece, W. Commons.
El santuario de Nemrut no deja de ser como una especie de monte Olimpo que se consideraba perfecto para representar a todos los dioses del panteón griego. Al ser un tipo de construcción conocido como hierotheseion, en él debía ser enterrado Antíoco I bajo un túmulo funerario enorme. En torno a este túmulo hay excavadas tres terrazas: En la que da al este se encuentra una hilera de 5 estatuas entre las que destacan la de Zeus, la de Ares y la del propio Antíoco. Algunas de las estatuas son de animales, como águilas y leones. Las águilas simbolizaban a los mensajeros de los dioses, mientras que los leones representaban a los guardianes del mausoleo.
El águila simboliza a los mensajeros de los dioses. Foto de Florian Koch, Wikimedia Commons.
El busto del dios Apolo; tras él un león, guardián del mausoleo. Foto de Fragwürdig, Wikimedia Commons.
Más curiosidades. Hay varias inscripciones en griego talladas en las estatuas. Una de ellas reza:
Yo, Antíoco, he mandado erigir este mausoleo para celebrar mi gloria y la de los dioses
Y es que Antíoco, a raíz de su convicción de provenir de familias de insuperable alcurnia y de su creencia en tener algún tipo de relación parental con los dioses, promulgaba leyes que decía que emanaban directamente de un poder divino —al igual que en la Edad Media los reyes eran depositarios de poder de Dios en la Tierra—. A esto se le conoce como «ley divina de Antíoco», que, según explican en el blog «cabovolo»:
[era] una ley «proclamada por mí, pero que proviene del poder de los dioses» y que Antíoco pretendía revelar al «pueblo de Comagene, a los extranjeros, a los reyes y gobernantes, a los hombres libres y a los esclavos, a todos los que forman parte de la Humanidad y solo se diferencian por nacimiento o destino». A modo de testamento, pide a «todas las futuras generaciones de hombres que posean esta tierra» que respeten esta «ley sagrada».
Estas ruinas son una de las paradas del Camino de las ruinas turcas. Se puede obtener más información en la página de la Unesco sobre este monumento Patrimonio de la Humanidad, aunque existe bastante información sobre el lugar en muchas partes de Internet.
La boca de la cueva de Nereo. Foto de Marco Busdraghi, W. Commons.
En el post anterior hablamos de viajar a Alguer, una ciudad con un patrimonio histórico excepcional reforzado por una peculiaridad muy cercana a los que vivimos a orillas del Mediterráneo: que en Alguer aún se habla el alguerés, una variedad del catalán que proviene de la repoblación que protagonizó bajo las órdenes del rey Pedro II El Ceremonioso un grupo de catalanes a finales del siglo XIV. Aquellos colonos se referían cariñosamente a Alguer como «la Barceloneta», costumbre que aún se mantiene.
Pero Alghero —como la llaman los italianos— no es solo una ciudad con una historia muy rica y un patrimonio igual de rico que su historia, sino que destaca también por el entorno natural. Los accidentes naturales y geológicos que aparecen diseminados por la región son a menudo espectaculares y poseen un elevado interés turístico, sobre todo para el turismo de aventura. Para hacernos una idea de esto basta con saber que muy próxima a la ciudad se encuentra la «famosa» cueva de Nereo, también conocida como grotta di Nereo, la cueva marina más grande de Europa —es como un Great Blue Hole europeo, aunque no tan grande como él. Pero la zona de Alghero no sólo alberga la gruta de Nereo, sino que está repleta de cuevas y oquedades naturales porque los suelos son de origen kárstico —calizas—, muy fácilmente erosionables por los elementos.
Más allá de Alguer…
Y es que Alguer no termina en la última calle de Alguer, sino que, por así decirlo, continúa kilómetros más allá. En primer lugar, hay que fijarse en las paradisíacas playas que proliferan entorno a esta bella ciudad del Mediterráneo. Se puede contabilizar al menos una treintena de playas, algunas son la playa de Lazzaretto, la playa de Le Bombarde, la playa de Maria Pia, la playa de Lido o la de Burantí. Todas ellas son de arena blanca bañadas por aguas cristalinas y, por fortuna, no están masificadas al estilo del Levante español.
La playa de Lido, en Alguer. Foto de jimmyroq, Wikimedia Commons.
La playa de María Pía, en Alguer. Foto de Arheo, Wikimedia Commons.
Por otro lado, la zona de Capo Caccia —cabo Caccia, en castellano—, que se encuentra a unos 20 km de Alghero, es otro de los lugares que rebosan de una extraordinaria belleza. Y no solo por las impresionantes vistas al mar, sino también por los imponentes acantilados costeros que caen a pico sobre el Mediterráneo. Desde esa parte de Cerdeña se ve la isla Piana, que, junto con el cabo Caccia, conforman un área natural marina protegida de extraordinaria belleza en la que se puede hacer submarinismo y snorkeling (se llama en italiano Area naturale marina protetta Capo Caccia – Isola Piana). Algunos de los lugares para hacerlo son cala Dragunara, Punta Giglio, la Foradada due Grotte, porto Contela o la cala d’Inferno, en todos se puede nadar entre los corales rojos típicos de la región y hasta capturar los erizos de mar de la región. Dentro de la citada área protegida se encuentra también Porto Conte (Parco naturale regionale di Porto Conte), otro punto emblemático de la costa alguerense. Quien no sea tan amigo de las profundidades del mar podrá hacer senderismo por el área del Arca de Noé, en cuyo interior se encuentra el monte Timidone.
Panorámica de cabo Caccia y, en el centro, la inquietante «isola Piana». Foto de S141739, Wikimedia Commons.
Geológicamente, la parte de cabo Caccia está compuesta de piedra caliza y por tanto existen numerosas cuevas tanto terrestres como marinas. Así, los turistas y lugareños visitan frecuentemente las cuevas de Neptuno, a las que se puede entrar tanto por mar como por tierra. Por tierra, el viandante tendrá que bajar 656 escalones para llegar a la entrada, y subir otros 656 para salir… pero la sensación de bajar entre acantilados es tan intensa que para muchos justifica el esfuerzo.
Las escaleras de Cabirol, que conducen a la entrada a la gruta de Neptuno. Foto de Stahlkocher, W. Commons.
Interior de la famosa cueva de Neptuno, con sus impactantes estalactitas y estalagmitas. Foto de Tobias Helfrich, W. Commons.
Además de la gruta de Nereo y la cueva de Neptuno, hay en la región otras muchas cuevas. Las más importantes, las de mayor interés turístico son la gruta de los Ciervos (grotta dei Cervi), en la que se han encontrado restos del Cervo Megacero, de hace 10.000, años y que se puede explorar tanto a pie como buceando. Además, también destaca la cueva de Falco y la cueva de los Fantasmas (Grotta dei Fantasmi) y la cueva de la Madonnina. Se puede encontrar una lista de las grutas de Alguer en la Wikipedia italiania.
Muchas veces las islas, por el mero hecho de serlo, ayudan a engordar la creencia de que en ellas se ocultan lugares especiales, más virginales de lo común, distintos al fin y al cabo, y que todavía son capaces de sorprendernos, de que nos parezcan insólitos… Muchas veces irracional, esta suposición relacionada con las islas podría encontrar sustento en una de las ciudades sardas que mejor conoce el español medio por aquello de que en ella se habla aún el catalán: la localidad de Alguer (Alghero la llaman los italianos), que se encuentra en la costa noroeste de la isla de Cerdeña, en una hermosa bahía con abundantes playas de cristalinas aguas —cada vez más raro atributo del mar Mediterráneo— y aterciopeladas playas de arena blanca. Pero… dialoguemos un poco sobre el catalán y Cerdeña antes de entrar en Alguer:
—Extraño dato el de que se habla catalán en Cerdeña, y en concreto en una modesta localidad del noroeste de la isla llamada Alguer… ¿Qué historia tiene esta curiosa localidad sarda?
—Resulta que en 1372, tras sofocar diversas revueltas en la región, el rey aragonés Pedro II el Ceremonioso expulsó a los habitantes de la ciudad y repobló el enclave con familias catalanas que trajeron su idioma, sus costumbres y sus tradiciones.
—Y después de tanta Historia y tantas historias como han pasado en Italia y en Cerdeña, ¿cómo es posible que se siga hablando catalán por aquellos parajes?
—Sí, en concreto se habla una variedad del catalán que se llama alguerés… pero no se habla lo suficiente como para decir es una localidad catalanoparlante. En 2004, el alguerés era la primera lengua para uno de cada cinco habitantes, aunque sólo el 15 por ciento la usaba de forma habitual. Para la mayoría de la población, el 80,7 por ciento, la lengua vernácula es el italiano…
Localización de Alguer (A) y del cabo Caccia (B), en Google maps. Quien viaje a Alguer econtrará en el cabo Caccia un entorno natural de extraordinaria belleza.
Es curiosa la historia de la ciudad y no lo es menos el porqué se habla una variante del catalán en Alguer, pero el vínculo secreto de Alguer con los catalanes no termina en la historia ni en la lengua. Actualmente, esta pequeña localidad de la provincia deSassari cuenta con algo más de 40.000 habitantes, de los que unos 8.000 forman la comunidad catalanoparlante. Este conjunto de alguereses se refiere a la localidad como «Barceloneta», clara reminiscencia del origen de los habitantes; y además durante la Navidad se entona una serie de cantos que también se pueden escuchar en las Islas Baleares y ciertos puntos del Levante: el cant de la Sibil la. Por tanto, parte de la cultura ibérica —por así decirlo— aún pervive en esta preciosa isla del Mediterráneo.
Pero Alguer es mucho más que una historia de identidades. La localidad alberga un patrimonio histórico-artístico de gran valor al cual contribuyeron directamente los pobladores catalanes, comenzando por la arquitectura religiosa y terminando por la arquitectura militar. El templo más famoso de Alguer es la catedral de Santa María Inmaculada —Cattedrale di Santa Maria Immacolata di Alghero—. Esta iglesia se comenzó a construir en 1530, pero no se terminó hasta 1730, y por eso las distintas partes de su estructura responden a estilos arquitectónicos diferentes, desde el gótico catalán del presbiterio y las capillas, pasando por las naves de estilo renacentista, hasta el nártex neoclásico, que infunde al templo un aura insólita de mestizaje entre un templo cristiano y un templo pagano. Otras interesantes iglesias de la ciudad son la iglesia de San Miguel y la iglesia de San Francisco —erigida originalmente el siglo XIV pero reconstruida a finales del XVII.
La torre de la catedral es símbolo de Alguer y rasgo principal de su «skyline». Foto de proteusbcn, W. Commons.
El nártex neoclásico de la catedral semeja la fachada de un templo griego. Foto de Stahlkocher, W. Commons.
La puerta del gótico tardío de la catedral, al pie de la torre. Foto de Muesse, Wikimedia Commons.
El gótico catalán del presbiterio y el altar es claro. Foto de David Blaikie, Wikimedia Commons.
La arquitectura militar de Alguer incluye, por un lado, el sólido muro de piedra levantado por los catalanes en el siglo XVI, y el conjunto de torres y bastiones que protegen los lugares supuestamente más expuestos de la ciudad. Las torres mejor conservadas son la torre de San Jaume (San Giacomo), la torre de la Magdalena, la torre de L’Esperó (Sperone) y la torre della Polveriera; el gran bastión de Pigafetta, que da al mar, tiene una factura tan sólida que resulta imponente. Por otro lado, entre la arquitectura civil son destacables el palacio D’Albis y el palacio Carcassona, ambos edificios representativos de los estilos arquitectónicos catalano-aragoneses del siglo XVI, así como el palacio de Ferrera y también el palacio Serra, ya de estilo claramente barroco. Volviendo con la historia, una anécdota sobre estos palacios es que en el de D’Albis, Carlos I hizo noche allá por 1541.
El «skyline» de «Alghero», con su muralla y la torre de la catedral. Fotografía de Marco Busdraghi, Wikimedia Common.
La torre de Sant Jaume o San Giacomo. asoma al mar Foto de Stahlkocher, Wikimedia Commons.
Las vistas del impresionante bastión de Pigafetta. Foto de Stahlkocher, Wikimedia Commons.
La torre de Sperone. Foto de Stahlkocher, Wikimedia Commons.
La torre de Magdalena. Foto de Stahlkocher, Wikimedia Commons.
La mayoría de las calles del casco histórico conservan a la perfección la atmósfera del renacimiento, con unas aceras bien empedradas y unas casas clásicas construidas con métodos tradicionales —como se puede apreciar en el vídeo incrustado abajo.
Como idea para disfrutar un fin de semana que tenemos ya encima y que se antoja en cuanto al clima algo revuelto pero apacible, la pequeña localidad de Ujué puede constituir una interesante opción para muchos. Este pequeño pueblo navarro, ubicado a unos 55 km al sur de Pamplona y a unos 20 desde la localidad de Tafalla, es una especie de reliquia medieval encaramada a un promontorio con forma de campana que incita al hipotético conquistador a pensárselo dos veces antes de acometer el ataque. Con apenas 200 habitantes, Ujué es como un pedacito de Edad Media no sólo por lo intrincado de las calles, sino también por el tipo de arquitectura y por la serenidad de sus escuetos rincones, que invitan al visitante a viajar con la mente a un pasado precario lleno de peligros. Solo el empedrado de las calles y los edificios «arracimados», con un cierto aire a las casas colgantes de Cuenca, remiten al viajero a los nublados tiempos medievales…
Señorial, la iglesia-fortaleza de Santa María corona la cima de Ujué. Foto de AnTeMi, Wikimedia Commons.
Corona la cima del promontorio de Ujué, sobre todos los demás edificios, la iglesia-fortaleza de Santa María, que durante el siglo IX fue el baluarte defensivo más adelantado del Reino de Navarra. La nave central de la iglesia está construida en estilo gótico, aunque tiene partes de estilo románico. En su interior, la imagen de la virgen de Ujué, recubierta en plata, remata el estilo románico del ábside. En la fachada sur, la iglesia fortaleza de Santa María ostenta un precioso balcón de piedra con unas excelentes vistas, sobre todo teniendo en cuenta que Ujué es el punto más elevado del entorno.
La virgen de Santa María de Ujué. Foto de AnTeMi, Wikimedia Commons.
Balcón de la iglesia-fortaleza de Santa María. Foto de AnTeMi, W. Commons.
En los días más despejados desde Ujué hasta se puede divisar parte de los Pirineos al norte, así como el Moncayo aragonés. Por supuesto, las vistas de la ribera de Navarra son excelentes no sólo oteándola desde el citado balcón de Santa María, sino desde cualquier punto del pueblo que ofrezca espacio a la vista.
El paisaje desde Ujué revela las posbilidades ganaderas y vitivinícolas de la región. Foto de Zariquiegui, Wikimedia Commons.
De pastores y vendimias…
Hay que tener en cuenta que las tierras que rodean Ujué son tan propicias para el pastoreo como para la viticultura. En la actualidad habita en ellas la nada despreciable cifra de 2.500 cabezas de ganado, aunque en tiempos antiguos las actividades ganaderas debieron tener bastante más fuerza, principalmente porque la relevancia económica de este sector económico era mayor. Ese entorno ganadero y de pastoreo ha influido rotundamente en la gastronomía del lugar, hasta el punto de determinar el plato típico de la región: las migas del pastor, que se realizan con hermosas hogazas de pan de fabricación local conocidas como «pan cabezón». Como no podía ser de otra forma, las migas del pastor de Ujué hacen un buen maridaje con los tintos de la región y, combinados, ambos ingredientes resultan una experiencia gastronómica que no deja indiferente a nadie.
Para encontrar más información acerca de este precioso pueblo navarro encaramado en las alturas de la abrupta sierra de Ujué, el lector puede acudir a esta página.
Al este de la península del Yucatán, en el estado mexicano de Quintana Roo, se encuentra la zona arqueológica de Tulum, un interesantísimo destino turístico en plena Riviera Maya. La antigua ciudad de Tulum, hoy en ruinas—que en maya viene a significar algo así como «cerco», «muralla» o «empalizada»—, fue el único asentamiento de esta civilización precolombina que se levantó a orillas del mar Caribe, y una de las pocas ciudades indígenas que fue amurallada por sus habitantes para protegerla de posibles ataques. Parece que fue un importante centro religioso dedicado al «dios descendente» (que se refiere a lo que en castellano llamamos «lucero del alba», es decir, el brillo de Venus al amanecer) y su importancia ha pervivido hasta nuestros días de tal forma que ciertos practicantes de las religiones precolombinas aún peregrinan hasta Tulum, costumbre que se ha ido perdiendo a causa de la creciente afluencia turística. No en vano, la ciudad era conocida antiguamente como Zamá, voz maya que quiere decir «amanecer» o «mañana», lo que aclara su relación con los cultos paganos del sol.
Ubicación de Tulum (Google maps).
Tulum se asienta sobre unos acantilados de no más de 15 metros de altura sobre el mar Caribe, en una costa que resplandece por el impecable azul de sus aguas y la suave arena blanca de sus playas. Cinco puertas y las imponentes murallas, de entre tres y cinco metros de altura por unos ocho metros de ancho, protegían el resto del recinto mientras en los puntos noroeste y suroeste, dos torres vigías completaban el dispositivo defensivo de la ciudad —además, un pequeño cenote al norte del recinto proveía de agua dulce al asentamiento. Todas estas medidas defensivas sólo se justifican si en el interior había una considerable cantidad de riquezas y productos de valor, y de algún modo evidencian la importancia comercial del enclave, puesto que se trataba de una escala obligada para las rutas marítimas mayas y, por tanto, también un interesante punto de distribución hacia el interior a través de las diferentes rutas terrestres.
Una de las paradisíacas playas de Tulum, en las que se combinan historia y ocio. Foto de Xxxrob2004, W. Commons.
La estampa de aguas cristalinas, arena blanca y ruinas mayas es irrepetible. Foto de PhilippN, W. Commons.
Las torre vigía del suroeste de las murallas de Tulum. Foto de PhilippN, Wikimedia Commons.
Una de las puertas de la ciudad de Tulum. Foto de Wolfgang Sauber, Wikimedia Commons.
Entre las ruinas de la ciudad maya de Tulum, el edificio del que más se ha especulado es el que se conoce como el Castillo de Tulum. Se trata del edificio más alto del asentamiento, sobre un promontorio de 20 metros de alto, que fue construido en distintas etapas y cuya entrada tiene una imponente imagen de Ah Muken Kab, el dios descendente maya. Se cree que el Castillo pudo servir como faro a los navegantes: durante el anochecer gracias al sol de poniente, que pasaba a través de dos pequeñas ventanas, y de noche, a través de diversas antorchas. En ambos casos se pretendía señalar la ubicación exacta de los arrecifes de coral de la zona, tan abundantes que conforman la segunda barrera más larga del mundo.
Efecto de la puesta de sol sobre el Castillo y las ventanas que sirven de faro. Foto de Kcreamersh1, W. Commons.
Vista frontal del Castillo; sin duda impresiona la majestuosidad del edificio. Foto de Sverzel, W. Commons.
Encomendada al dios descendente, Tulum alberga varios templos dedicados a él además del Castillo, como el de la foto. De Jlahorn, Wikimedia Commons.
Aunque se supone que el asentamiento pudo ser fundado en torno al año 500, lo que los arqueólogos tienen bastante claro es que los edificios que quedan más o menos en pie fueron erigidos en tres siglos, entre el 1.200 y el 1.500, aunque en algunos, como el Castillo, se encuentren partes que pertenezcan a periodos anteriores. Todos los edificios tienen también en común que dan la espalda al mar. Por otro lado, los edificios que se conservan son templos y también palacios o grandes casas. Por ejemplo, el Templo de los Frescos conserva numerosas pinturas murales que reflejan tanto la mitología maya como las costumbres cotidianas de sus individuos, preocupados siempre por la agricultura. Otro templo importante es el Templo de las series iniciales, que es la construcción independiente más antigua de Tulum.
Ruinas de la Casa de las Columnas. Foto de PhilippN, Wikimedia Commons.
Fachada del Templo de los Frescos. Foto de Sensenmann, Wikimedia Commons.
Existe una lista clara de estructuras religiosas, pero también una interesante lista de casas y palacios que pertenecerían a la elite de la ciudad o que serían edificios colectivos destinados a cumplir funciones concretas. Así, por ejemplo, podemos hablar de la Casa de las Columnas, interesante muestra palaciega que recuerda remotamente los palacios de Cnossos, o el Palacio de Jalach Winik. Por último, también hay que reseñar la Casa del Cenote, el más antiguo debido precisamente a la necesidad básica de disponer de agua dulce.
Los primeros europeos en divisar la ciudad de Tulum fueron los hombres de Juan de Grijalva en su expedición a Tierra Firme de 1518; fue el capellán de la misma, Juan Díaz, el que nos ha dejado los primeros testimonios de su existencia en su libro Itinerario de la armada. Ese mismo año, Hernán Cortés pasaría muy, muy cerca del enclave al recalar en la famosa isla de Cozumel, donde el conquistador juntaría su destino con el de la esclava maya Malintzin y el del náufrago español Jerónimo de Aguilar. Por cierto, cerca de Tulum se encuentra en Gran Cenote de Dos Ojos, del que ya hablamos en una ocasión. Casi como que el mundo es un pañuelo…
Conocido en inglés como Channel Islands National Park, el Parque Nacional de las Islas del Canal o Parque Nacional del Archipiélago del Norte se encuentra frente a la costa de California, en EE.UU. Este Archipiélago del Norte está formado por ocho islas, pero solamente cinco de ellas forman parte del parque: San Miguel, Santa Rosa, Anacapa, Santa Bárbara y Santa Cruz. Las otras tres islas también tienen nombres españoles: Santa Catalina, San Clemente y San Nicolás. No es de extrañar este detalle si tenemos en cuenta que el parque se ubica en una latitud entre San Francisco y Los Ángeles, ciudades que fundaran los españoles en 1776 y 1781, respectivamente. No obstante, las islas estaban habitadas por indígenas americanos desde la Prehistoria y se han excavado varios sitios arqueológicos que prueban su ocupación por seres humanos de al menos 13.000 años de antigüedad.
Como lugar y paisaje muy apreciado por los estadounidenses, el Parque Nacional de las Islas del Canal también fue nombrado Monumento Nacional de Estados Unidos en 1938, categoría que comparte con monumentos como la Torre del Diablo y la Estatua de la Libertad. Lo más señalado de este parque nacional de EE.UU. es la rica variedad de flora y fauna, así como de recursos naturales. Para hacernos una idea de este hecho, baste con mencionar que viven en él más de dos mil especies amparadas por la relativa lejanía de este enclave natural que actúa como de barrera de protección. Focas, leones marinos, orcas, ballenas azules y grises son algunas de las especies que más gustan: ¡Más de la mitad de la superficie del parque —100.994 hectáreas— es lecho oceánico!
Ubicación del parque nacional (Google maps).
Las islas del Parque Nacional del Archipiélago del Norte
Isla de San Miguel: es la isla más occidental del Archipiélago del Norte. Hay zonas de camping para aquellos visitantes que desean hacer noche en la isla con el fin de practicar senderismo por la interesante orografía de la isla. El único problema que se puede dar a la hora de visitar San Miguel es que el «aforo máximo» permitido es de 30 personas, por lo que a veces no es fácil visitar la isla.
Foto de la National Oceanic and Atmospheric Administration, Wikimedia Commons.
Isla de Santa Rosa: la segunda mayor isla del archipiélago fue refugio para el ser humano en épocas muy remotas: se han encontrado restos del Arlington Springs Man, uno de los pobladores más antiguos del continente americano, de hace 13.000 años. Esta isla tiene algunas de las playas más espectaculares del mundo, como se puede apreciar en la fotografía inferior.
Playa y acantilados de Santa Rosa. Foto de Santa Rosa Island Photo Gallery, W. Commons.
Orcas en Santa Rosa. Foto de la National Oceanic and Atmospheric Administration, W. Commons.
Isla de Santa Cruz: la mayor de las Islas del Canal acogió durante gran parte del siglo XX varios ranchos que se ocupaban del pastoreo de ovejas, aunque también era un lugar para pescadores y cazadores de aves. Santa Cruz es una de las islas donde se realizan más actividades acuáticas, ya que tiene numerosas cuevas marinas. Para hacernos una idea de lo virginal de la isla, el último censo de Santa Cruz señala solamente dos habitantes, aunque antaño estuvo habitada por numerosos indígenas de la tribu chumash que fueron avistados por Juan Rodríguez Cabrillo, el primer europeo que exploró estas costas en el siglo XVI y que se supone se encuentra enterrado en la isla de San Miguel.
Cueva marina. Foto de Santa Cruz Island Photo Gallery, Wikimedia Commons.
Rancho de Santa Cruz. Foto de Ken Lund, Wikimedia Commons.
Playa de Santa Cruz. Foto de Dr U, Wikimedia Commons.
Isla de Anacapa: en realidad la isla de Anacapa está compuesta por tres pequeñas islas de temibles acantilados que caen a pico sobre el Pacífico. Al navegar cerca de Anacapa da la sensación de ser un Odiseo frente a los terribles estrechos de Escila y Caribdis.
Acantilados de Anacapa. Foto de Constantine, Wikimedia Commons.
Isla de Santa Bárbara: la menor de las islas del Archipiélago del Norte apenas tiene una superficie de 2,5 km². Esta isla también tiene impresionantes acantilados que delimitan su forma, como se puede apreciar en la fotografía.
La costa de la pequeña isla de Santa Bárbara. Foto de Santa Barbara Island Photo Gallery, Wikimedia Commons.
Se calcula que más de un cuarto de millón de personas visitan el parque cada año, pero sólo una pequeña proporción conoce las islas, ya que las actividades turísticas que más se explotan son las acuáticas, relacionadas con el buceo y el snorkeling —sus impecables aguas cristalinas lo explican—, la pesca o navegar en canoa o en barco. El buen clima que disfrutan por aquellos lares ayuda a practicar todos estos deportes acuáticos, así como a atreverse a pasar algunos días de acampada en las islas y hacer senderismo entre sus preciosos paisajes.
Solo se puede acceder a la isla a través de transporte aéreo o en barco y es importante realizar las reservas con tiempo, puesto que la intensa afluencia de visitantes del Parque Nacional del Archipiélago del Norte así lo aconseja. Las empresas que operan el transporte entre las islas son Island Packers y Truth Aquatics, que además organizan excursiones para practicar snorkeling o bucear y también excursiones para avistar la migración de las ballenas grises.