12 de diciembre de 2011 por Paco Almádena · Sin categoría
A lo largo de los siglos, el precioso valle de Alcudia ha sido un lugar poblado continuamente por el ser humano. Debido a esa circunstancia, en la región es posible encontrar numerosos restos de diversas épocas históricas, incluso de la Prehistoria. Así, por ejemplo, hay pinturas rupestres en Covatilla del Rabanero, un lugar muy próximo a Solana del Pino. Las pinturas que existe en estas cuevas responden al estilo desarrollado en el arte esquemático ibérico, es decir, aquel arte rupestre que se centra en dibujar los elementos básicos de lo representado. Estas pinturas se engloban entre el periodo calcolítico (o Edad del Cobre –3.100-2.200 a.C.–) y la Edad de Hierro (desde el año 1.100) y utilizan tonos de rojo y ocre.
Sisapo y La Bienvenida
En cualquier caso, son los asentamientos creados a partir de la Edad de Hierro los que mejor se conservan y los que más abundan, dentro del periodo prehistórico y, más tarde, de la Historia. El de Sisapo, ubicado en los alrededores de Almodóvar del Campo, es el ejemplo más importante: combina las raíces tartésicas, de origen ibérico, con las raíces romanas. No obstante, en Sisapo, del que aún quedan numerosas ruinas, también se han encontrado pruebas de la presencia humana en la Edad de Bronce y hasta una estatua de un guerrero típico de esa edad. En cualquiera de los casos, Sisapo fue un asentamiento de la cultura ibérica que siempre estuvo en contacto con sus vecinos.
El asentamiento de La Bienvenida, también cerca de Almodóvar del Campo, fue básicamente un asentamiento comercial desde mediados del siglo VI a. C., ya que se han encontrado indicios de relaciones con Andalucía y la meseta. El asentamiento de La Bienvenida se engloba en el mismo círculo cultural ibérico que el resto de los asentamientos que pertenecen a la cultura del periodo Ibérico Pleno.
Más adelante en la historia, ya en tiempos de los visigodos, Sisapo continuaba habitada y seguía siendo una población importante en el valle de Alcudia. Esta necrópolis se encuentra frente a la iglesia de Almodóvar del Campo, lo que suma encanto a la estampa.
La región de Sisapo y La Bienvenida, como punto de tránsito comercial entre la meseta y Andalucía a través de Sierra Morena, siguió habitada a lo largo de los siglos y conforme perdía importancia comercial, ganaba importancia minera gracias a la extracción de minio o plomo rojo, que se empleaba en la era romana y en los códices medievales a modo de pigmento.
Fuencaliente y los visigodos
Junto a la localidad de Fuencaliente se ubica otra de las necrópolis visigóticas de la región: la de la Salcedilla. Esta se encuentra en un pequeño montículo donde se esparcen las fosas que en la antigüedad estaban cubiertas por una piedra de pizarra.
Pero Fuencaliente es una localidad en la que se concentran los lugares de interés. Por ejemplo, aún se conservan los restos de asentamientos romanos como el de Valderrepisa y Cereceda, pero también existe un balneario de aguas termales y un conjunto de pinturas rupestres esquemáticas en Peña Escrita. Por otro lado, la belleza del entorno del río Cereceda es típico paseo para senderistas y ciclistas que quieren ver de cerca el escenario de una de las andanzas de don Quijote.
Breve relación del patrimonio arquitectónico
- En Almodóvar del Campo, que es quizá la localidad más famosa del valle, son destacables la iglesia parroquial y la ermita de San José, del siglo XVII.
- En la localidad de La Bienvenida resulta interesante el Santuario de Nuestra Señora, que fue construido en el siglo XVII.
- En Argamasilla de Calatrava es reseñable la Casa de la Inquisición, que se erigió en los siglos XVII y XVIII. También resulta de interés turístico la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Visitación.
- En Tirteafuera destaca la iglesia de Santa Catalina Mártir. Por otro lado, se recomienda una visita a la Casa de los Reyes Católicos o del Arco, que es del siglo XVI, aunque se encuentra en estado de abandono, pues es una muestra de la degradación que puede sufrir a veces el patrimonio de una localidad.
Para obtener más información, el lector puede acudir a la página de la Asociación para el Desarrollo Sostenible del Valle de Alcudia.
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6 de diciembre de 2011 por Paco Almádena · Sin categoría
Ciudad Real pasa por ser una provincia discreta. Tan discreta que se conocen relativamente poco sus encantos naturales, pese a que se trata de entornos preciosos graneados de pueblitos de un fuerte sabor manchego. Si el máximo exponente de la peculiar e interesante naturaleza ciudadrealeña es el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel –sin olvidar Cabañeros y parte de Lagunas de Ruidera–, otro sitio emblemático es el valle de Alcudia, del que vamos a hablar hoy.
Vista general del valle de Alcudia. Foto de Camino a Gaia, Wikimedia Commons.
Por lo que respecta a la orografía del valle, se trata de una depresión sobre la meseta manchega que unos 1.200 km² de superficie y 100 km de largo. Una de sus peculiaridades es que presume de una ingente variedad de flora y fauna, así como una configuración paisajística que permite el disfrute de la típica naturaleza manchega. Debido al profundo valor ecológico del valle, se ha creado recientemente la Asociación para el Desarrollo Sostenible del Valle de Alcudia y Sierra Madrona, que vela por la protección del entorno.
Encinales y parte de la Sierra Madrona. Foto de Javier martin, W. Commons.
PUente sobre el río Montoro. Foto de Javier martin, Wikimedia Commons.
La biodiversidad vegetal del valle de Alcudia abarca unas 7.500 especies, aunque se concentra un mayor número de ellas en el macizo de Sierra Madrona. A consecuencia de los desniveles de terreno, en ciertas partes muy acusados, el espectro de flora abarca desde típicas especies mediterráneas, como el encinar, hasta especies atlánticas, como el fresno, o más de montaña, como el roble. La Asociación para el Desarrollo Sostenible del Valle de Alcudia y Sierra Madrona informa de que existen hasta cinco ecosistemas diferentes. Las especies más abundantes del valle son las ya citadas más el alcornoque, los arces, los mostajos y los cerezos.
En estos parajes habitan animales típicos de la fauna ibérica, aunque algunos de ellos se encuentran en peligro de extinción. Las especies que más buscan los viajeros son el águila imperial, el lince ibérico y el lobo ibérico, por la gran curiosidad que despiertan. También se encuentran en peligro de extinción la cigüeña negra y el águila perdicera. Por otro lado, también tienen presencia en el valle especies como el buitre negro, el búho real o la nutria, que siempre son objeto de curiosidad por parte de los viajeros que se adentran en el valle de Alcudia.
El águila imperial ibérica. Foto tomada de Wikimedia Commons.
Ejemplar de lince ibérico. Foto de José María Álvarez, Wikimedia Commons.
El lector puede obtener más información en la página del valle de Alcudia y Sierra Madrona.
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Rodeada de bosques y grandes llanos de hierba, Cluj-Napoca, de la que hablamos detenidamente en el último post, representa también un interesante turismo verde dentro de Rumanía. Quizá el accidente geográfico más importante y que más merece la pena ver sea el cañón de Cheile Turzii, ubicado junto a la pequeña población de Turda. Consta que este cañón y todas sus estribaciones fueron pobladas desde el neolítico, en parte gracias a las más de 60 cuevas excavadas por los elementos en la piedra calcárea.
El Cheile Turzii desde Turda. Foto de CristianChirita, Wikimedia Commons.
El interior de Cheile Turzii. Foto de Cristian Bortes, Wikimedia Commons.
Una de las cuevas de Turzii. Foto de Utilizator:Tico, Wikimedia Commons.
Además, en este entorno natural aún viven en libertad muchas especies que no se dejan ver mucho, pero que, prestando atención, se pueden descubrir. Por ejemplo, es habitual ver jabalíes, tejones y zorros, que tienden a refugiarse en las zonas boscosas. Abundan especialmente en las áres de Făget y Hoia. También es digno de verse el lago Tarnita, aunque quizá el lugar más señalado sea el Parque Etnográfico de Romulus Vuia. También resultan de especial interés los montes Apuseni, que se encuentran en los alrededores de Cluj-Napoca.
Castillo de los Bánffy en Bontida. Foto de Utilizator:Ggl, Wikimedia Commons.
Pero además del valor natural de los alrededores, también resultan interesantes algunas de las fincas y palacetes que en los alrededores cosntruyeron los antiguos señores medievales de la región. Por ejemplo, es especialmente destacable el que un tiempo se conoció como el «Versalles de Transivania»: el palacio de los Bánffy en el pueblo de Bonţida. No obstante, también hay otros pueblos donde los Bánffy construyeron sus propiedades, como en Gilău. Cerca del pueblo de Gilău existe un lago creado por la presa del río Somesul, en medio de una exuberante belleza. Otras fortalezas de exuberante belleza son las de: Somesu Rece, Cuzdrioara, Bologa, Gherla y Liteni.
Por otro lado, también resultan interesantes los pueblos tradicionales que forman parte de la comuna de Mănăstireni. Estos pueblos son Bedeciu, Bica, Dretea, Mănăşturu Românesc, Mănăstireni y Ardeova.
Foto de Petru suciu, Wikimedia Commons.
Foto de Petru suciu, Wikimedia Commons.
El lector puede obtener más información sobre Cluj-Napoca y los alrededores en esta página. Sin duda un lugar que merece la pena en Rumanía.
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En Transilvania, la región de las más famosas leyendas vampíricas, se ubica una de las ciudades más interesantes de Rumanía: Cluj-Napoca –pronunciado como [ˈkluʒ naˈpoka]. Napoca fue una ciudad fundada por los romanos tras la conquista de la región de Dacia, a comienzos del siglo II de nuestra era. Poco a poco fue creciendo en importancia en el contexto imperial hasta que llegó la época de las invasiones bárbaras y no vuelve a aparecer en los textos escritos hasta que fue conquistada por el incipiente Reino de Hungría de Esteban I. Este rey mandó construir en Cluj-Napoca un castillo para el conde de Kolozs y más tarde Ladislao I erigió la abadía de Cluj-Mănăştur. Pasaron los siglos por la ciudad como en el resto de Europa, viviendo los grandes conflictos y acontecimientos: primero los problemas de la Reforma, luego los nacionalismos del siglo XIX en los Balcanes y, finalmente, la revolución contra el régimen soviético en 1989. Durante la última década, Cluj-Napoca se ha beneficiado de un notable desarrollo económico y ha impulsado la industria hotelera.
Una ciudad con larga historia y tan estratégica posición al ubicarse en el centro de Transilvania obligatoriamente debe tener un interesante patrimonio arquitectónico. Comenzando por los templos, que pertenecen a diferentes cultos, numerosos edificios bien merecen visitar Napoca, además de por su sabor tradicional tan bien conservado. Quizá la iglesia más sorprendente e impresionante sea la enorme catedral de Nuestra Señora de la Asunción, de culto ortodoxo, que se construyó en el primer cuarto del siglo XX a pesar de la escasa población ortodoxa de la ciudad.
Catedral de Nuestra Señora de la Asunción. Foto de Alessandratw, Wikimedia Commons.
El interior de Nuestra Señora de la Asunción sobrecoge. Foto de Roamata, Wikimedia Commons.
Además de la catedral de Nuestra de la Asunción, Cluj-Napoca tiene un interesante templo católico: la catedral de San Miguel, que fue construida durante el siglo XIV, aunque su torre, que es la más alta de Transilvania, se levantó en 1862. Frente a la iglesia se encuentra la estatua de uno de los reyes de Hungría más famosos: Matías Corvino, que luchó contra los sajones y los turcos y apresó a Vlad Tepes que, según la tradición, es el personaje histórico sobre el que se construyó la leyenda de Drácula –pues el alias de Tepes era «Draculea», un derivado de «dracul» o «demonio», en rumano. Por otro lado, también resulta interesante la arquitectura de la única sinagoga de la ciudad, que fue construida entre 1886 y 1887.
La torre de San Miguel es de estilo neogótico. Foto de Stanciu Radu Eduard, Wikimedia Commons.
Aspecto de la iglesia de San Miguel, desde el lado sur la planta. Foto de Karex, Wikimedia Commons.
El interior de la sinagoga de Napoca. Foto de www.welcometoromania.ro.
La sinagoga de Cluj-Napoca. Foto tomada de Wikimedia Commons.
Entre los edificios civiles de la ciudad merecen un vistazo, si no una visita en profundidad, el Palacio de Justicia, la antigua casa del rey medieval Matías Corvino, el ayuntamiento, o los preciosos palacios de Bánffy y Szeky. Reseñables son también algunos edificios construidos bajo el esquema arquitectónico comunista, como el Teatro Estatal Húngaro –«Teatrul Maghiar de Stat». el Jardín Botánico y el Parque Central son también dos lugares que merece la pena ver. Las vías urbanas ineludibles por las que no se puede olvidar transitar son Iuliu Maniu, donde los edificios a ambos lados de la calle son simétricos, la avenida del Regele Ferdinand –una de las arterias comerciales de la ciudad–, la avenida Erolior –la calle Serrano de Cluj-Napoca– y la plaza Unirii, que es el núcleo del casco viejo.
El palacio de Szeky es de estilo barroco con influencias orientales. Foto de Roamata, Wikimedia Commons.
El Palacio Bánffy alberga el Museo de Arte. Foto de Maciej Szczepańczyk, Wikimedia Commons.
Respecto de la faceta cultural de la ciudad, se puede destacar un par de museos: el Museo Nacional de Arte, ubicado en el palacio Bánffy, y el Museo Nacional de Historia de Transilvania –Muzeul naţional de istorie a Transilvaniei– . La ciudad dispone de un aeropuerto internacional y hay vuelos directos desde Madrid y Barcelona, con la aerolínea húngara Wizzair (en Destinia.com se ofrecen, entre otras, las rutas Madrid – Cluj-Napoca y Barcelona – Cluj-Napoca).
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Aproximadamente el 10 por ciento de la isla de La Gomera, en el archipiélago canario, forma parte del increíble Parque Nacional de Garajonay. Este rincón de España es el último reducto europeo de un tipo de bosque prácticamente extinto, la laurisilva, que existió en el Viejo Continente a lo largo del periodo Terciario; durante el Cuaternario, esa clase de ecosistema fue desapareciendo a causa de los cambios que en ese periodo sufrió en el clima del Planeta. Garajonay se convirtió en parque nacional en 1981 y cinco años después pasó a formar parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, en atención a su valor único en el mundo y también a su belleza natural.
De las 3.948 hectáreas de terreno que abarca el parque, el 70 por ciento está cubierto de laureles (< «laurisilva»), especie que sumada a las fayas y brezos ocupa un 90 por ciento de la superficie. El espacio restante está poblado de pino canario, de forma que en Garajonay tenemos de un típico paisaje canario combinado con una de esas peculiaridades autóctonas que tanto deslumbran a expertos y viajeros. Conviene añadir que para la conservación de este único hábitat hay un pequeño secreto: sobre él se concentra una zona de nieblas desde hace milenios que proporcionan una parte importante de la humedad que necesita este antiguo ecosistema. Hasta tal punto se han conservado igual las cosas desde hace milenios que visitarlo equivale a presenciar el entorno en el que vivieron los primeros mamíferos que reconquistaron la Tierra tras la extinción de los dinosaurios.
Vista general de GaraJonay. Foto del Ministerio de Medio Ambiente.
La orografía del parque es accidentada, pero en ese rasgo reside uno de sus principales encantos. Hay varias montañas que ofrecen unas preciosas vistas del conjunto, además de ser como pequeños albergues de todas especies del parque. Estos montes son Alajero, Hermigua, Vallehermoso, San Sebastián, Agulo y Valle Gran Rey. A esto se suman las curiosas formaciones geológicas basálticas, como los roques (destacan el de Agando, La Zarcilla y Las Lajas). Entre los vértices de este terreno agreste, mares de nubes se deslizarse impregnando de humedad la rara flora de Garajonay.
La niebla es decisiva para el mantenimiento del hábitat. Foto del Ministerio de Medio Ambiente
La accidentada geografía aporta una curiosa belleza al parque. Foto de Medio Ambiente.
La cima del monte Garajonay, con el complejo dolménico prehistórico. Foto de Cardenasg, Wikimedia Commons.
La flora y la fauna es realmente única y variada. Entre la flora, hay varias especies únicas y raras, como la tabaiba, el pie de fallo y el ensalado. Por otro lado, entre las especies animales que habitan el parque se encuentran la paloma rabiche, el tabobo, la coruja –una rapaz nocturna–, el pájaro moro o la gallinuela. Según el Ministerio de Medio Ambiente de España, el nivel de endemicidad es muy alto:
con 50 especies de flora endémicas de La Gomera y otras 122 endémicas de Canarias y, respecto a la fauna, con 153 especies endémicas de La Gomera y otras 327 endémicas de Canarias descritas hasta el momento
La leyenda de Gara y Jonay
El nombre del parque procede de la conjunción de los nombres de dos personajes de las leyendas guanches. Decía así: en La Gomera vivía Gara, una preciosa muchacha que se enamoró de Jonay, un muchacho tinerfeño que llegó a la isla navegando sobre pieles de cabra infladas. Su amor no consentido por la familia de Gara les obligó a escapar internándose en las montañas del actual parque y, puesto que fueron perseguidos, para jamás separarse cogieron un palo afilado, lo pusieron entre sus pechos y se abrazaron con fuerza para morir atravesados.
El lector puede obtener más información en la página del Ministerio del Medio Ambiente sobre el Parque Nacional de Garajonay. Además del vídeo adjunto, también se puede disfrutar de un interesante documental, cuya primera entrega está aquí.
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Muchas veces da la impresión de que todo está muy trillado y que no existe la posibilidad de innovación o de dar otra vuelta de tuerca a algún sector, por ejemplo el turístico. Sin embargo, estamos equivocados. Una forma de turismo que recientemente está ganando adeptos es el geoturismo, cuya filosofía presta mayor atención a las configuraciones geológicas y paisajísticas del plantea. En virtud de este principio, practicar el geoturismo significa visitar cuevas, sumergirse en los pozos y cavidades del océano –como el Blue Hole de Belice–, costear glaciares para apreciar los caprichos de la naturaleza o, por ejemplo, visitar minas abandonadas que constituyen un auténtico espectáculo a la vista. Un ejemplo concreto de geoturismo es visitar las Cuevas Batu, que se encuentran en el distrito de Gombak, a unos 15 km al norte de Kuala Lumpur, la capital de Malasia.
Ubicación de las Cuevas Batu, en Malasia (Google Maps).
Las Cuevas Batu son un lugar sagrado para el culto hindú: anualmente peregrinan hasta ellas en torno a 1,5 millones de personas. Pero si la afluencia de peregrinos ya es considerable, sumada a la de turistas, se multiplican las visitas en un millón más de personas. Las Cuevas Batu, que tienen unos 400 millones de años de antigüedad, concitan al año a 2,5 millones de personas, una cifra que convierte a esta cavidad en la más visitada de la Tierra. Por otro lado, estas números son un indicador de que las tendencias turísticas, hasta ahora bien centradas en los viajes de sol y playa, están cambiando. Adquieren un matiz más aventurero, más, si se permite la expresión, indianajonesco.
Impresionante paisaje de las cuevas. Foto de Patrice78500, Wikimedia Commons.
La imagen de las cuevas sobrecoge. Foto de Patrice78500, Wikimedia Commons.
Ante estas cuevas, el visitante tiene la sensación de ser un Indiana Jones explorando los tesoros de antiguos templos inmersos en las selvas asiáticas. En el interior de las Cuevas Batu existen tres salas religiosas importantes, todas decoradas con motivos hindúes de vivos colores y bajo una escasa –aunque suficiente– iluminación artificial que contribuye a sentir algo parecido a una experiencia espiritual. La más grande de las cavidades se conoce con el nombre de Cueva Catedral, que tiene una impresionante bóveda que alcanza los 100 m de altura. Por otro lado, quizá el lugar más interesante sea el templo al Señor Karttikeya –también conocido como Murugan–, adonde se dirigen todas las procesiones que se organizan durante el festival de Thaipusam.
Templete ubucado en la cavidad principal de Batu. Foto de Patrice78500, Wikimedia Commons.
El tamaño de la gruta impresiona al viajero. Foto de Patrice78500, Wikimedia Commons.
Además de los templos de las cuevas, impresionan las estatuas y los conjuntos escultóricos que se encuentran en el exterior. Allí está, con toda la majestuosidad, la estatua dorada del dios Karttikeya, que venció en una batalla al demonio Soorapadam, que era frívolo, materialista y estaba sediento de poder, como corresponde a las deidades Asura. Es la estatua más grande dedicada a este dios; mide 42,7 metros de altura. Digno de admirarse es también el santuario que yace a la entrada de las Cuevas Batu, también de color dorado y con innumerables detalles escultóricos.
Foto de Agsrivaths - Wikimedia Commons
Foto de Descon7 - Wikimedia Commons
Los macacos cangrejeros que habitan los alrededores del complejo religioso acompañan al turista en la ascensión de los 272 escalones que conducen a la Cueva Catedral con la esperanza de recibir alguna chuchería que corren a comer donde nadie les moleste. En resumen, las Cuevas Batu son un cóctel que contiene dosis de aventura, dosis de exotismo, dosis de espiritualidad, dosis de extraños dioses esculpidos en oro, dosis de naturaleza salvaje y dosis de fanatismo de masas, en el sentido de camino de peregrinaciones religiosas. Se puede recobrar la normalidad regresando a la desarrollada y occidentalizada Kuala Lumpur, de la que ya hablamos otra ocasión.
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Cerramos la extensa serie de post sobre Túnez hablando de una de las ciudades santas del Islam, ubicada en este hermoso país mediterráneo: Kairuán (dicho en árabe Kirwan o al-Qayrawan). Esta típica y antigua ciudad tunecina se fundó en el último tercio del siglo VII. Al principio se trataba de una especie de presidio que se empleaba a modo de refugio para las tropas árabes que estaban expandiendo su dominio por el Magreb a sangre y fuego. De hecho, la propia etimología de la palabra Kairuán nos ofrece un indicio del uso al que estaba destinado este lugar: «Kâr» > «guerra, militar» | «wan» > «puesto froterizo»; por tanto, el nombre de la ciudad de Kairuán significaba originalmente «puesto fronterizo militar». La dura guerra que mantuvieron los árabes con los bereberes locales cambió de signo varias veces en los años venideros hasta que, al concluir el siglo VIII, el emir Ibrahim ibn al-Aghlab reconquistó definitivamente la plaza y la nombró capital de su emirato de Ifrikiya. Este personaje histórico fue el fundador de la dinastía de los Aglabíes, que embellecieron y enriquecieron Kairuán a lo largo de los siguientes siglos.
Precisamente el monumento más representativo de la ciudad es la Gran Mezquita de Kairuán, también conocida como la mezquita de Sidi-Uqba, que fue ordenada construir por el célebre Ibrahim. Este edificio alojaba también una universidad secular y una madraza, pero sobre todo representa la importancia religiosa de la ciudad a lo largo de la historia, considerada como la cuarta urbe más santa del Islam. Se dice incluso que peregrinar siete veces hasta Kairuán equivale a una peregrinación a la Meca, lo que no es grano de anís.
Minarete y parte del interior porticado de la Gran Mezquita. Foto de Jaume Ollé, Wikimedia Commons.
El arco de entrada frente al minarete de la Gran Mezquita. Foto de Ian Thomson, Wikimedia Commons.
Columnas gemelas de mármol en la sala de oración de la Gran Mezquita. Foto de Jaume Ollé, Wikimedia Commons.
Arcos de herradura en el interior de la Gran Mezquita. Foto de Jaume Ollé, Wikimedia Commons.
Además de la Gran Mezquita de Kairuán, hay otros dos templos musulmanes de elevado interés arquitectónico: la mezquita de las Tres Puertas y la mezquita del Barbero. La primera, muy recogida pero preciosa, es la más antigua de las dos (año 866), aunque es más moderna que la Gran Mezquita. La fachada está decorada con motivos vegetales y con las aleyas 70 y 71 de la trigésima sura del Corán:
(70) ¡Creyentes! ¡Temed a Alá y no digáis despropósitos, (71) para que haga prosperar vuestras obras y os perdone vuestros pecados! Quien obedezca a Alá y a Su Enviado tendrá un éxito grandioso.*
Fachada de la mezquita de las Tres Puertas. Foto de Orientalist, Wikimedia Commons.
La mezquita del Barbero fue erigida en los siglos XVI y XVII y está dedicada a Abu Zama’ al-Balaui, un compañero de Mahoma en su predicación que, según leyendas de incierto origen, conservó tres pelos de la barba del Profeta a modo de reliquia. La decoración interior de este templo representa un ejemplo notable en el estilo decorativo de las mezquitas de esos siglos. Otros templos reseñables son la mezquita de Ansar y la mezquita de Alí Bey.
Recinto interior de la mezquita del Barbero. Foto de China Crisis, W. Commons.
Uno de los patios interiores de la Mezquita del Barbero. Foto de Niqie, Flickr.
Plaza donde se ubica la mezquita del Barbero. Foto de Cimoi, Wikimedia Commons.
Como toda ciudad del Mogreb que se precie de antigua y longeva, Kairuán conserva una medina con todo el sabor auténtico de las pasadas épocas. Además de callejear por unos intrincados trazados urbanos que transportan a las viejas ciudades de Las mil y una noches, el viajero sentirá la necesidad de internarse en el zoco tradicional, donde los olores intensos, las infinitas mercaderías y los enérgicos comerciantes se mezclan en una atmósfera que resulta extraña y familiar al mismo tiempo. Familiar porque parece que algo de esa realidad se ha quedado en los genes del hombre.
Claustrofóbicas travesías conforman el zoco de la ciudad. Foto de Citizen59, W. Commons.
Todo este patrimonio único y tan relevante convirtió a Kairuán en una de las candidatas perfectas para engrosar la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Y así es desde 1988, cuando se aceptó su candidatura con los argumentos de que «representa una pieza maestra del genio creador del hombre», que «exhibe un importante intercambio de valores humanos», que «supone un excepcional testimonio de una cultura aún viva o ya desaparecida» y que es «un extraordinario ejemplo de un asentamiento humano tradicional […] asociado directamente a unas tradiciones vivas de enorme trascendencia universal». Y así es Kairuán.
El lector podrá encontrar más información sobre Kairuán y su Patrimonio de la Humanidad en la correspondiente página de la Unesco. También se puede ahondar un poco más en el país en la Guía de viajes Mundicolor.
* Cita tomada de Wikisource.
Más sobre Túnez:
→ Túnez (I): la medina de Túnez.
→ Túnez (II): el Sitio Arqueológico de Cartago.
→ Túnez (III): el Parque Nacional de Ichkeul.
→ Túnez (IV): restos de ciudades púnicas y romanas que son Patrimonio de la Humanidad
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Para continuar con la línea de los últimos post sobre ruinas de antiguas civilizaciones, no hemos podido resistir la tentación de hacernos eco de una interesante noticia que ayer reprodujeron prácticamente todos los medios del mundo. Un equipo de investigadores británicos de la universidad de Leicester ha descubierto, gracias a una serie de fotografías e imágenes tomadas a través de satélites, importantes restos de una civilización cuya relevancia y desarrollo fueron mayores de lo que hasta ahora contemplaban los cánones clásicos de la arqueología y la Historia. Según los investigadores, en las fotografías de que disponen han podido distinguir con claridad más de 100 granjas con una estructura propia de fortificaciones –y con aspecto de castillos– y diversas ciudades sólidamente amuralladas.
Restos de una de las construcciones descubiertas, con aspecto de castillo o fortificación. Foto de la Universidad de Leicester
Los individuos que integraban esta civilización eran conocidos como garamantes, puesto que su capital se encontraba en la población de Garaman –actual Germa–, en el Sahara libio. Estas etnias dieron vida a la civilización de los garamantes entre los siglos XI a.C. y IV d.C. –está fuera de toda duda que se trata de restos preislámicos. Durante el régimen de Gadafi fueron olvidados los restos de esta civilización, que disponía de un sistema de escritura bastante desarrollado y que alcanzó importantes avances en parcelas como la agricultura –levantaron importantes sistemas de riego, idearon complejos métodos de extracción de agua y cultivaban enormes superficies del desierto–. El profesor de arqueología de la Universidad de Leicester Martin Sterry analizó así la trascendencia del hallazgo:
Ahora, las imágenes de los satélites nos han descubierto que la región ocupada fue muy grande y, aunque las evidencias sugieren que el clima no ha cambiado en esos años, ese paisaje inhóspito y sin lluvias estuvo alguna vez muy densamente poblado y cultivado
Panorámica del sitio arqueológico de la civilización de los garamantes. Foto de la Universidad de Leicester.
Aunque por el momento las excavaciones no han comenzado por motivos de seguridad en Libia, los investigadores han manifestado su interés en profundizar en el estudio de una civilización que, según David Mattingly, profesor del Colegio de Arqueología e Historia Antigua, fue de las primeras en desarrollar los cultivos de oasis, en lograr abrir rutas comerciales trans saharianas que continúan vigentes en la actualidad y en desarrollar ciudades amuralladas que pueden considerarse como las primeras poblaciones auténticamente libias –sin presencia de pueblos mediterráneos. Por el momento, el Consejo de Investigación Europeo va a proporcionar al equipo de arqueólogos unos 2,5 millones de euros con el fin de desenterrar las ciudades perdidas de los garamantes.
Plano de una de las poblaciones amuralladas de los Garamantes. Foto de la Universidad de Leicester.
La densidad de cultivos en torno a Garaman sorprende. Foto de la Universidad de Leicester.
Localización de Germa (Jarmah) en Libia:
Ubicación de Germa, en el interior de Libia (Google maps).
Esperamos que pronto se pueda visitar el futuro sitio arqueológico de los garamantes. Lo decimos no sólo por su importancia histórica y arqueológica, sino también porque su ubicación en pleno desierto de Sahara en Libia promete una experiencia única a los viajeros que se lancen a explorarlo. Desde luego, el lugar es recóndito, se ubica en un entorno inhóspito e invita a los más intrépidos a la aventura de su exploración.
El lector podrá encontrar más información sobre este lugar en la página de la Universidad de Leicester (en inglés).
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En la cuarta entrega de la serie que estamos elaborando acerca de Túnez vamos a hablar de ciudades o lugares púnicos y romanos que pertenecen al Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Estos lugares, antaño populosos y deslumbrantes, son apenas un pálido reflejo de lo que fueron, pero sin embargo conservan bastante bien la esencia de los pueblos que los habitaron plasmada en su arquitectura, su urbanismo y sus vidas cotidianas. «¡Tempus fugit!» dirían los romanos
Estos lugares de los que hablamos hoy se encuentran en Túnez y son los siguientes: Dougga, Kerkoune y el anfiteatro del El Djem. El anfiteatro, por ejemplo, ha aparecido en diversas películas, no sólo por su espléndido estado de conservación, sino también porque los permisos de rodaje son más sencillos de conseguir que en el romano Coliseo.
Dougga
Más de 70 hectáreas ocupa la zona arqueológica de Dougga, una antigua ciudad que se cree pudo ser la capital del antiguo reino de Numidia, pero que, no obstante, a la llegada de los romanos ya tenía unos seis siglos de historia. Lo curioso de Dougga es que refleja la conjunción de elementos indígenas, helénicos, púnicos y romanos, de forma que estas ruinas en realidad son un libro abierto a los más avezados arqueólogos e historiadores. Además, nos ofrece una perspectiva acerca del sincretismo y el cosmopolitismo del Imperio Romano, unas actitudes que le reportaron una hegemonía secular.
Aunque en la antigüedad Dougga no era una de las ciudades más importantes del África Romana, sí es cierto que su relativa importancia provincial permitió el asentamiento de importantes edificios administrativos romanos. Ejemplo de ello es el foro o el capitolio. En cualquier caso, sí cabe presuponer que la ciudad y las poblaciones circunvecinas albergaban una importante población (solo en Dougga se calculan 5.000 personas), ya que existen grandes edificios dedicados al ocio y al entretenimiento del pueblo, como un teatro, un circo y unos baños públicos. Varios templos denotan la adscripción de los pobladores al culto de la Tríada Capitolina: uno dedicado a Júpiter, otro a Juno y otro a Minerva. Otro de los edificios más representativos es el mausoleo líbico-púnico de Dougga, que se encuentra al sur del asentamiento. La Unesco informa además que, recientemente, se ha realizado una serie de excavaciones al norte del asentamiento que han permitido descubrir la necrópolis de la ciudad. Dougga fue incluida en el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1997.
Kerkoune
En la punta del famoso cabo Bon y sobre unos acantilados se asientan las ruinas de la ciudad púnica de Kerkoune. La planificación y urbanismo de la ciudad mantiene los parámetros fenicios ya que no fue repoblada por los romanos –la ciudad quedó abandonada en el siglo III a. C. en el contexto de las Guerras Púnicas. También se conserva una importante necrópolis –Necrópolis de Arg el Ghazouani– que prácticamente constituye el único vestigio de la arquitectura funeraria de los fenicios de esa época. Es importante conjunto arqueológico fue incluido en el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1986.
Así mismo, esta ciudad conserva muchos detalles también sobre cómo gestionaban los fenicios el espacio urbano y también qué técnicas y qué materiales de construcción empleaban. Así mismo, Kerkoune es un tesoro arqueológico en cuanto a la variedad de edificios: religiosos, domésticos, defensivos y de talleres y tiendas. Los arqueólogos han descubierto una planificación urbana muy compleja que en el caso de los domicilios particulares hacía hincapié en la higiene y los accesos al agua. Por otro lado, también se sabe que los colonos de Kerkoune no se dedicaban a labores rústicas de labranza o pastoreo, sino principalmente a manufacturar productos elaborados que tenían demanda en otros mercados del Mediterráneo, como la púrpura, la cerámica o la sillería. Por tanto, la economía de Kerkoune no estaba basada en la subsistencia, sino que era movida por un afán de lucro comercial, a través del cual obtenían pingües beneficios.
Anfiteatro de El Djem
Muy famoso por su aparición en el film de Ridley Scott El gladiador, el anfiteatro de El Djem se convirtió en Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1979. Es, por tanto, el patrimonio más antiguo de los que traemos hoy a colación, y, desde luego, no fue incluido en lista por motivos baladíes. Para que el lector se haga una idea de su tamaño, el anfiteatro de El Djem tiene capacidad para 35.000 espectadores –casi la población de la ciudad de Soria. Este anfiteatro, que se encuentra al sur de la ciudad de Susa, es el mayor anfiteatro romano del norte de África. Este anfitreato era para la próspera de Thysdrus, y fue ordenado construir por el emperador Adriano. La región era importante económicamente para el imperio al convertirse en un centro de producción de aceite de primer nivel.
El lector puede encontrar más información sobre estos tres lugares en los siguientes enlaces: Dougga, Kerkuane y anfiteatro de El Djem. También puede encontrar más información sobre estas ciudades y sobre Túnez, en la guía de viajes Mundicolor.
Más sobre Túnez:
→ Túnez (I): la medina de Túnez.
→ Túnez (II): el Sitio Arqueológico de Cartago.
→ Túnez (III): el Parque Nacional de Ichkeul.
→ Túnez (V): la ciudad santa de Kairuán.
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La segunda mayor ciudad del estado indio de Rajastán, Jodhpur, es también conocida como la «Ciudad del Sol» –apelativo que le viene en parte de Mihirgarh, la deidad hindú del sol que fue la más adorada por la dinastía Rathore– o como la «Ciudad Azul». Fue fundada a mediados del siglo XV por Rao Jodha, el gobernador de la vecina ciudad de Mandore y responsable de la construcción del famoso fuerte de Mehrangarh, la impresionante e inexpugnable fortaleza que corona Jodhpur. El principal motivo de la fundación de la ciudad fue la búsqueda de un lugar más seguro para la capital del antiguo reino de Marwar.
Localización de Jodhpur, en Rajastán, al norte de la India (Google maps).
El apelativo de «Ciudad Azul» le viene precisamente de las viviendas establecidas en las proximidades de este fuerte, ya que están coloreadas de un original azul que sorprenden al viajero por el contraste con el color de la tierra india en estas regiones. A esta parte de la ciudad se le conoce con el nombre de Brahmpuri porque en ella viven numerosos brahmanes de la ciudad. Esta parte de la ciudad y sus intrincadas calles resultan de visita ineludible para el viajero que se adentre en ella. Su vista es especialmente espectacular desde las murallas del fuerte de Mehrangarh.
Las casas azules del fuerte Mehrangarh (clic en la foto para ver con todo detalle el paisaje). Foto de Nomo, Wikimedia Commons.
Quizá el monumento más representativo de la ciudad sea el imponente y sobrecogedor fuerte de Mehranghar. Además de admirar la increíble ingeniería militar de la que hace gala esta gran fortaleza, el visitante tiene en ella la oportunidad de visitar distintas salas del interior que exhiben interesantes objetos a modo de museo, como las literas en las que paseaban las damas de la realeza. Otras salas son representativas del lujo e idiosincrasia de la aristocracia india, como el Moti Mahal –donde dormían las esposas del gobernante–, Sheesha Mahal –una lujosa sala de espejos–, el Phool Mahal y el Takhat Vilas –la cámara de gobierno del marajá Takhat Singh. Actualmente también se tiene acceso a la vieja armería del castillo y a diversas colecciones de pinturas.
Parte de la planta del castillo de Mehrangarh. Foto de Jpatokal, Wikimedia Commons.
El fuerte de Mehrangarh en todo su esplendor. Foto de Knowledge Seeker, Wikimedia Commons.
Fachada del palacio en el complejo del fuerte interior. Foto de Jon Connell, Wikimedia Commons.
Otro tramo de la barroca fachada del palacio sito en el fuerte. Foto de Alicia Nijdam, Wikimedia Commons.
Además en Jodhpur se encuentra uno de los monumentos más maravillosos del mundo: el palacio de Umaid Bhavan, que es una de las residencias reales mayores del mundo. Es más moderno que el fuerte Mehrangarh, ya que se construyó entre 1929 y 1943 –fue idea del marajá Umaid Singh–. Debido a su gran tamaño y a que todo el complejo se extiende por una superficie de 10,5 hectáreas tuvieron que trabajar en su construcción en torno a 5.000 obreros. Una de las partes en que está dividido el palacio acoge un lujoso hotel de la cadena Taj. En otra de las zonas del palacio hay un museo en el que se exponen objetos antiguos de la familia y otras cosas típicas de las familias reales hindúes. Sin duda este palacio ilustra a la perfección el significado de la expresión «vivir como un marajá».
El palacio de Umaid Bhawan, en todo su esplendor. Foto de Umaid Bhavan, Wikimedia Commons.
El lujoso recibidor del palacio de Umaid Bhawan. Foto de Maxone999, Wikimedia Commons.
Otros monumentos interesantes en la ciudad son el Jaswant Thada, que era una especie de templo en el que se realizaban las cremaciones de los reyes de Jodhpur y que todavía se conserva en muy buen estado. Además son interesantes los siguientes templos: Mahamandir, Ganesh, Santoshi Mata o Baba Ramdev. Sobre los sitios donde disfrutar de naturaleza india, se recomienda visitar el lago Kailana. Del folclore hindú se pueden encontrar muy interesantes muestras en la Ciudad del Sol, ya que en ella se celebran los festivales de Gangaur y Mahavir Jayanti. Por supuesto, el mercado local es una visita ineludible si se quiere captar la auténtica esencia de la India y de esta bullente ciudad.
Vista del Jaswant Thada junto al lago. Foto de Jpatokal, Wikimedia Commons.
Detalle del Jaswant Thada. Foto de Flying Pharmacist, Wikimedia Commons.
Por otro lado, cerca de Jodhpur se encuentran algunas localidades de sumo interés turístico, como Mandore, en la que se puede disfrutar de los jardines de Mandore (con sus preciosos edificios). En Mandore se asentaba la dinastía Parihar antes de trasladarse a Jodhpur. De camino se puede visitar el Lago Balsamand –con una superficie de 750 m²–, que es artificial y que fue creado en 1159 por Balak Rao Parihar con el fin de garantizar el suministro de agua a la ciudad de Mandore. Por otro lado también son recomendables las visitas a las ciudades de Osian y también Nakoda.
Para obtener más información, el puede acudir a la página oficial de Jodhpur (en inglés).
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